Esos cuadros forman parte de quien soy.
Lejos de lo que es el Tim Burton que todos conocemos, Big Eyes aún tiene ese espíritu colorido y fantástico del director en una película muy humana. La película narra la historia de Margaret (Amy Adams) y Walter Keane (Christoph Waltz). En los años 50 y 60, tuvieron un éxito enorme los cuadros que representaban niños de grandes ojos. La autora era Margaret, pero los firmaba Walter, su marido, porque él era muy hábil para el marketing.
Sorprendente es el caso de los Keane. Peor quizás más sorprendente es cómo la mujer redimida a dejar que su marido se llevara la gloria de su arte se convirtiera en la mujer que le plantó cara sin miedo… aunque tardara años en hacerlo. Los Ojos Grandes de Margaret Keane pueden o no gustarte, puedes llamarlo arte o no, pero Tim Burton con Big Eyes te enseña el amor que le tiene una persona que se esfuerza y disfruta haciendo lo que le apasiona sin importarle lo que piensen los demás, y cómo, superado el miedo, lo defenderá y reclamará.
Siempre que me preguntan que cuál es mi película favorita, por mucho que cueste elegir una, acabo diciendo que Big Fish. No sólo es mi favorita de entre todas, sino también mi predilecta de la filmografía de Tim Burton. Me parece mágica, brillante, encantadora y única. Es por eso que tanto me cuesta ver que Tim Burton se aleja en Big Eyes de lo que es él. ¿La crítica social que le lleva avasallando tanto tiempo, recriminándole que siempre hace lo mismo? Bueno… No por eso menosprecio la película; Burton ha hecho un gran trabajo con la historia, la ha presentado muy bien y está magníficamente interpretada. Y aunque sigue habiendo mucho espíritu burtoniano en ella (los escenarios, muy parecidos a los de Eduardo Manostijeras, el vestuario, el personaje más que charlatán y pintoresco de Waltz, la escena de los ojos grandes y, sobre todo, el color, una de las marcas de la casa del director) se ve en un grado inferior a otras de sus películas, ese sello estrafalario. De todas formas alejarse de lo que es la zona de confort de uno es muy complicado, y puede salir bien o mal. A pesar de todo, a Burton le ha salido bien, aunque se eche de menos más presencia del sello, lo que hace de Big Eyes una película humana y realista.
A primera vista puede parecer que Christoph Waltz y el propio director le quitan protagonismo y escenario a la auténtica protagonista de la historia: Amy Adams como Margaret Keane, pero llega un punto en el que Adams se planta diciendo aquí estoy, y de ahí no la mueve ni siquiera cuando el personaje de Waltz da un giro muy singular en la historia. Amy Adams interpreta a la perfección a un personaje que pasa por diversas etapas, estados de ánimo y constante evolución. Por su parte, Christoph Waltz sigue convirtiendo en oro el personaje que le toque interpretar. En el caso de Big Eyes, hace muy bien el papel de embaucador astuto y con recursos que deja de lado lo que son los sentimientos de su mujer para su propio beneficio y creciente fama. Quizás en el desenlace de la película es donde menos me haya convencido por convertirse en una exagerada parodia cómica de sí mismo (magníficamente llevado a cabo, pero hasta unos límites que no me cuadran). Respaldando a este espléndido dúo, podemos ver a Danny Huston, periodista al que Burton usa como narrador en off, algo muy arriesgado pero que a mi personalmente me ha convencido; Jason Schwartzman, Krysten Ritter y Terrence Stamp.
Dirección espléndida, con un guión sólido, bien construido y plasmado. Lo más destacable de su fotografía es el color, brillante y agradable. Quizás la banda sonora de Danny Elfman es una de las más apagadas suyas, pero tiene toques sonoros bonitos y lucidos. En ningún momento decae el ritmo de la narración, no tiene puntos flacos en ese sentido. Si eres fan de Burton, Big Eyes a la fuerza tiene que gustarte. Puede ser más o menos que otras cosas que haya hecho, pero no falla en el objetivo de atraparte y que disfrutes del material.
No lo olvides: el dúo protagonista; sorprendentemente la voz en off para mi es un plus y muy curiosa; el diseño y el vestuario, y que no pierde el espíritu del director.
Olvídalo: a pesar de que ese espíritu está ahí, está diluido en el conjunto. A veces el personaje de Waltz llega tanto a la parodia cómica que pierde un poco de credibilidad.