Quien no arriesga no gana.
Basada en la compleja e imaginativa obra de José Saramago, El hombre duplicado, Denis Villeneuve y Jake Gyllenhaal, codo con codo en Enemy, nos traen un atractivo thriller psicológico incómodo y perturbador, una historia igual de complicada como el libro pero que llega a ser más retorcida. Adam (Jake Gyllenhaal) es un hombre cualquiera cuya vida no es nada especial; es vulgar, monótona y simple. Pero el día en el que, viendo una película, ve a un actor exactamente igual a él, un poderoso sentimiento de curiosidad le invade y no se queda saciado hasta que el inminente encuentro entre ambas personalidades idénticas se vuelve difícil, extraño e inquietante. Una coproducción Canadá-España; Rhombus Media / Roxbury Pictures / Mecanismo Films, producida por Niv Fichman y Miguel Angel Faura.
Se me ofreció la oportunidad (o más bien, se me presentó un gran golpe de suerte) el pasado jueves de asistir a la exclusiva premiere de esta película, a la que aunque no estuvo el director, que mediante un video casero nos aseguró que le hubiera encantado hacer acto de presencia, sí acudió Jake Gyllenhaal. Por motivos de trabajo, estudios y demás no he podido traer la reseña antes, pero aun así me sigo sintiendo muy afortunada de haber acudido a tal evento.
Al decir que es retorcida, inquietante también, es debido a la dirección de Denis Villeneuve. Este director, que ya nos fascinó con su oscura y muy real Prisioneros, vuelve a tomar como protagonista a Jake Gyllenhaal para ponerlo a prueba en una película misteriosa y enrevesada. La película alcanza un nivel de inquietud perturbadora enorme, tal que el objetivo de Villeneuve es que el propio espectador se deje llevar y se guíe por su lógica; el espectador debe darle mucho al coco, debe ser tan retorcido como la película para darle un significado, su significado, porque llega un punto en el que lo que estás viendo no te aclara nada y te sientes solo a la hora de sacar conclusiones.
El poder de la sugestión, de la mente, del control de uno mismo; el poder de la realidad, de la irrealidad y de hasta qué punto algo nos parece verdadero o no; el poder del subconsciente y en lo que podemos llegar a hacer partiendo de él, porque el ser humano está influenciado por sus miedos, su ira y su propio control. Villeneuve ha querido jugar con todo eso, y el resultado es macabro, oscuro y totalmente sorprendente. Quizá se pierde demasiado en esa intención de hacer que el espectador comprenda lo incomprensible, lo que lleva a más preguntas que respuestas al final del film, muchas. Pero que se juegue tanto con el público, ese aspecto es algo que a mi me gusta. El espectador siempre debe salir ganando, siempre debe substraer de la película lo que quiere, lo que necesita, ya que se les tiende casi siempre sus respuestas con mucha facilidad, pero Villeneuve no ha querido hacerlo así, ha dejado que el público piense por sí solo, y aunque es inevitable en Enemy sentirte perdido, no conseguir las respuestas que tanto ansías cada minuto que pasa, el resultado me ha fascinado. Villeneuve no quiere dar una moraleja al final, una clara respuesta; quiere lanzar preguntas, imágenes con un significado especial, y que el público intente adivinar qué sentido tienen. Comparto la idea de comparar el trabajo de Villeneuve aquí con David Lynch y David Cronenberg. Es diferente, es una apuesta arriesgada, loca y perturbadora, siniestra, y se le ha criticado por ello, por lo enrevesado de su proyecto y por lo poco coherente que resulta al final, un juego absurdo y pretencioso que no aporta nada. A mi me ha aportado una mezcla de atractiva incógnita, experta construcción y difícil acceso del material narrativo. Opino que Enemy o te gusta por esa complejidad, esa extraña forma que lo compone y en general por todo el contenido (visual, musical, interpretativo…) o no te gusta.
El material narrativo (aclaro que justo después de ver la película el pasado jueves en la premiere de Madrid, empecé a leer el libro para llegar a comprender a Villeneuve y su película) se extrae en parte de la obra de Saramago y se lleva a un nivel visual exquisito y muy acertado, totalmente en armonía con lo que es la trama y la novela. Toda la película es una larga narrativa, ausente de palabras. Es una narrativa visual, técnica, mecanizada, pues las palabras sólo se quedan en el escaso, justo y necesario diálogo, un guión en el que una imagen vale más que mil palabras. Es una completa experiencia sensorial. Esto le da otro cariz a la película, y también a la temática y al mensaje que quiere transmitir Villeneuve. Todo tiene un sentido, incluso lo que a primera vista parece que no lo tiene en absoluto. Una vez recapacitas y piensas, que es lo que exactamente quiere el director, caes en la cuenta de que la película es un todo psicológico, un mensaje de lo que el ser humano, su subconsciente y la sugestión es capaz de hacer. Hay que tener mucho ojo con las metáforas, el simbolismo, este juego de significados. Otro de los atractivos de Enemy, esta ilógica lógica.
La actuación de Jake Gyllenhaal es poderosa y atrapante, dos partes con una misma cara tan bien diferenciadas que es fácil dividir perfectamente a ambos personajes para analizarlos. Por un lado está Adam, quizá la cara más protagonista de Enemy. Es un profesor de Historia cuya vida no puede ser más aburrida y monótona; hasta la relación con su novia es seca, brusca, impersonal e igual día a día. Cuando alquila una película y ve que hay un actor idéntico a él, un sentimiento impulsivo le lleva a indagar más y a querer conocerlo. Pero todo se vuelve un error, así lo piensa él, cuando está cara a cara con esa otra persona con su misma cara, sus mismas manos y su mismo cuerpo. Adam es inseguro una vez ha tomado sus decisiones, por lo que es decidido pero que se culpa cuando lo que ha emprendido no sale como él esperaba; es una persona cariñosa, afable y tranquila pero que en pocas ocasiones tiene la suerte de poder demostrarlo, sólo muy de vez en cuando. Jake Gyllenhaal como Adam enseña una faceta dulce e indefensa, una persona temerosa e insegura de su propio ser, de las preguntas que llega a cuestionarse y de las respuestas que o bien consigue descifrar o bien se imagina él solo.
Por otro lado está Anthony, el actor de tercera que resulta ser una copia exacta de Adam. Es una persona más seria, segura de sí misma e imponente de lo que es Adam. Su trabajo, sus pequeños papeles en películas de poca importancia e interés mediático, se lo toma realmente en serio, tanto que no duda en llevar a cabo sus dotes de actor a la vida real, practicando y memorizando todo lo que quiere llegar a hacer en un momento determinado, todo muy mecanizado, estudiado y perfecto. El Jake Gyllenhaal que vemos como Anthony es muy agresivo, impone, es un depredador que sabe lo que quiere, aunque se nota a la legua que al principio de la historia, al conocer esa doble identidad personal que es Adam, su desconcierto, aunque menos humano y natural que el del primero, es notable. Gyllenhaal es un torrente de emociones, decisiones, sentimientos, gestos, desconciertos e impulsos en dos personajes muy distintos; los sabe manejar a ambos a la perfección y su trabajo, sumamente complejo, es sobresaliente.
Como secundarios cabe nombrar por supuesto a las parejas femeninas de Adam y Anthony. Mélanie Laurent es la novia del primero, una chica difícil y fría, muy pasional y más bien compañera de cama y nada más de Adam. Su relevancia en la trama es importante, aunque se la ve poco; y Sarah Gadon es la fiel y frágil esposa de Anthony, una mujer dulce que teme a su marido y las aventuras que este ha tenido con otras mujeres. Tenemos la suerte de ver más a Gadon en pantalla, algo que se agradece no solo por el buenísimo papel que hace, sino también porque es una llave que abre varias puertas de las preguntas que el espectador se plantea durante la película, al igual que el papel que ejerce en un breve pero fundamental periodo cinematográfico Isabella Rossellini.
Técnicamente, aunque al principio resulte un poco osca, la película es una maravilla. Está muy bien cuidada a nivel técnico, musical y visual. La dirección es magnífica, es clara y concisa (sin volver a meternos en los diversos temas ya tratados y que nos dan más de un quebradero de cabeza, pero no lo neguéis, os gusta que os hagan pensar y que os desconcierten). La banda sonora es tan tétrica, impactante y perturbadora como la imagen. La fotografía, destacando ese predominio de los tonos amarillentos, apagados, los rojos vivos en plena noche, una interpretación todo esto de lo oscura que puede ser la mente humana, que a pesar de la cantidad de información que recopilamos, la imaginación de la que disponemos, la memoria visual y todas las imágenes que podemos almacenar, siempre en el centro hay un pequeño agujero oscuro, opaco, es sublime. Es el deseo de querer dar a entender que no se necesitan infinidad de colores llamativos y resultones para hacer atractiva una fotografía (en el caso de gustarte esta increíble variación de percepciones visuales. Hay que apreciar todo tipo de filmaciones). Todo en esta forma de ver, de transmitir los oscuros e inquietantes mensajes que intenta dar Denis Villeneuve, de dar fundidos en negro acompañados de golpes secos de música (detalle fotográfico muy llamativo que me ha gustado), de interpretar tan maestralmente por parte de Gyllenhaal a dos entes tan diferentes y parecidos a la vez, de inquietar al espectador, de hacerle sucumbir en un estado de búsqueda insaciable de complejas cuestiones, de comprender lo difícilmente comprensible, de fascinarse por lo que está viviendo, hace de Enemy un buen ejercicio mental, una película sorprenderte que a pesar de ser tachada como pedante y absurda, en realidad, y por lo menos a mi, resulta atractiva, provocadora, espeluznante y deseperádamente incómoda, todo esto en el mejor de los sentidos.
No lo olvides: El poderío, rico contenido de ideas y control que tiene el director ante un tema que si ya es complejo e imaginativo en la obra original, él le da una vuelta de tuerca haciéndolo todo más intelectual y sensorial, sumándose a la atrapante fotografía y la perturbadora sensación que cala al que lo está viendo. Su duración ayuda mucho a que no resulta pesada; presenta lo justo en el tiempo justo y de una forma muy bien controlada y mostrada. Jake Gyllenhaal está soberbio.
Olvídalo: Quizá haya a quienes no les guste el frustrante e inconcluso final.
En conclusión: Debería echarle un segundo visionado para ver si me gusta más que Prisioneros, aunque sería después de hacerlo difícil llegar a superar a ésta por varios motivos. Aun así, Enemy es otra obra del arte de Villeneuve. Personal, tétrica, muy atractiva, muy bien construida y de una forma planteada, desarrollada, pensada y expuesta emocionante y rica.
Firmado: Cely.