Entrevista a los directores GRAND CORPS MALADE y MEHDI IDIR; Los profesores de Saint-Denis

Próximamente se estrenará en cines Los profesores de Saint-Denis, una conmovedora historia que ha cautivado al público francés y que se centra en la historia de Samia, una joven profesora que asume la dirección de estudios en una escuela en los suburbios de la ciudad de París. En su día a día descubrirá los problemas de disciplina y la verdadera realidad social que pesa sobre este barrio, pero también será testigo de la increíble vitalidad y humor tanto de los estudiantes como de sus compañeros docentes.

Cuando se estrenó Patients, su primera película, ya estabais pensando en este proyecto. ¿Por qué un guion sobre la vida diaria en un instituto?

Grand Corps Malade: Queríamos hablar sobre los colegios, pero sin ideas preconcebidas ni apriorismos. Luego elegimos un instituto porque, al margen del aspecto académico, es ahí donde uno se construye, vive sus primeros amoríos y se afirma. A Mehdi y a mí nos encanta esta etapa.

Mehdi Idir: Fue un período crucial que nos marcó mucho. Pero nuestros recuerdos son de los años 90. Nos hizo falta una inmersión completa, ir allí a observar.

G.C.M.: Sabíamos, sin embargo, que ciertos momentos que habíamos vivido en 1994 podrían sonar auténticos en 2019. Algunos de nuestros amigos y compañeros trabajan en la enseñanza. Yo mismo dirigí talleres en algunos institutos. Vimos que había elementos constantes.

Escribisteis el guion juntos. ¿Sobre qué eje lo vertebrasteis?

M.I.: Sobre los personajes. Pensamos en los actores jóvenes con quienes queríamos trabajar: Alban (Ivanov), Soufiane (Guerrab), Moussa (Mansaly), y Badr (Iffach). Arrancamos con 6 o 7 escenas que queríamos poner. Secuencias inspiradas en momentos vividos u observados, otras procedían de anécdotas que nos habían contado. Luego nos preguntamos qué podríamos aportar si lo comparábamos con las películas ya realizadas sobre este tema. Durante esta observación, nos dimos cuenta de que había un inspector de enseñanza secundaria que está en la encrucijada de varias historias. Entrar en la historia desde su punto de vista nos permitió unir y enlazar las historias. Un inspector se ocupa de 10 problemas diferentes cada hora. Está en contacto con padres, alumnos, personal administrativo y con profesores.

G.C.M.: También descubrimos el carácter eminentemente social de la enseñanza. Les preguntamos a quienes trabajan en él qué los ha marcado más. No es violencia, es la miseria de muchas familias del barrio.
Rápidamente comprendimos que nuestros personajes principales iban a ser Samia, una consejera, y Yanis, el estudiante que ella toma bajo su protección. La historia de ellos se convirtió en el hilo conductor del guion.

¿Cómo construisteis los personajes?

G.C.M.: Para que sean creíbles, nos basamos en personas reales. El personaje del estudiante que cuenta mentiras cada vez más grandes para explicar sus retrasos está inspirada en una leyenda de Saint-Denis: un tal Farid, que era capaz de decir que había robado un helicóptero. El de Samia se basó en lo que hemos observado sobre todo entre los inspectores. Queremos tanto a Soufiane Guerrab, tanto humana como artísticamente, que casi lo forzamos a aceptar el papel. Pero queríamos que el personaje fuese femenino, así que le dimos a él el segundo protagonista: el papel de Messaoud. Este profesor de matemáticas, respetado por los estudiantes, autoritario y bromista, se inspira en la persona de un amigo: un catedrático de física de instituto nacido en Saint-Denis que siempre quiso enseñar allí. En el extremo opuesto de este docente ideal, está el profesor antipático. En la primera versión del guion este personaje estaba un poco caricaturizado. Lo reescribimos para añadirle matices. Antoine Reinhardt le aportó al conjunto del reparto una humanidad suplementaria.

M.I.: Lo interpreta de una manera que genera mucha empatía. Llega al punto de que tienes más ganas de ayudar a este maestro en dificultades que de odiarlo. En cuanto a Yanis, él es el personaje sobre el que más nos hemos estado documentando.

G.C.M.: Mientras trabajábamos para darle profundidad, gradualmente le fuimos añadiendo elementos de la infancia de Mehdi. Llegó un momento en que nos dimos cuenta de que estábamos contando su itinerario de adolescencia.

M.I.: La historia de un estudiante cuyo padre está en prisión desbloqueó la escritura del guion. Que Samia estuviese particularmente unida a él tenía sentido. Pero en ningún momento pensé: «Patients es la historia de Fabien, ahora me toca a mí». Nunca había hablado sobre el hecho de que mi padre fuese un delincuente. Solo Fabien estaba al corriente.
Cuando a los seis años conoces de primera mano los locutorios y los registros domiciliarios, salvo que tengas un ego sobredimensionado, no te puedes imaginar que podría ser interesante contarlo, aunque no sea tan extraño como puede parecer.

Después del éxito de Patients, ¿con qué disposición habéis abordado LOS PROFESORES DE SAINT-DENIS?

G.C.M.: Trabajando igual. En ningún momento nos dijimos: «¡Vale! Ya sabemos hacer películas».

M.I.: Utilizamos el mismo método. Un método que procede de nuestras experiencias en los clips que rodábamos en un día, sin presupuesto, que requiere mucho trabajo de antemano.

G.C.M.: Para cada escena realizamos una disección técnica minuciosa: «¿Dónde colocamos la cámara? ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Con qué movimiento?» En lo tocante a los personajes, pensamos en sus atuendos, en sus peinados. Queríamos describir nuestros deseos a los jefes de departamentos con precisión. A su vez, ellos nos hicieron propuestas.
Todavía sigo fascinado por su gran profesionalidad. Tuvimos la suerte de trabajar con el mismo equipo con el que trabajamos en Patients.

M.I.: Patients tampoco cambió nuestro deseo de rodar con actores poco conocidos. Podríamos haber caído en la tentación de hacer LOS PROFESORES DE SAINT-DENIS con estrellas. Pero este no es el cine que queremos hacer. En Patients, a pesar de la dificultad de financiar una película sin caras famosas en el cartel, nuestros productores Éric y Nicolas
Altmayer, al igual que Jean Rachid, nos apoyaron. Por ese motivo arrancamos con las mismas premisas.

¿Cómo os convenció Zita Hanrot para que le dieseis el papel principal?

M.I.: Ella tenía el tono exacto, tanto para una escena en la que se pelea con su novio, como cuando está en su papel de inspectora.

G.C.M.: Es el tono que observamos en el primo de Mehdi que es inspector: un tono que es a la vez pedagógico y de autoridad natural. En cuanto a la escena en la que llora, Zita literalmente nos dejó alucinados.

Para interpretar a Yanis, elegísteis a Liam Pierron. ¿Qué os hizo inclinaros por él?

G.C.M.: Su mirada. Escribimos el personaje de un compañero estudiante, sonriente, dinámico, inteligente, siempre debatiendo sobre ideas y pensamientos. Durante el casting conocimos a muchos chicos con mucha labia y con una hermosa sonrisa. Liam no vino a hacer la prueba.
Estaba acompañando a un amigo. El ayudante del director de casting le ofreció que lo intentase. Mientras lo veíamos, su mirada llena de melancolía nos sorprendió. Esa mirada permite adivinar que detrás de alumno travieso hay un muchacho que sufre. Además, en la escena donde su madre es convocada al instituto, solo por la forma en que la mira, entendemos que la quiere y que se disculpa.

¿Cuáles fueron vuestras prioridades durante el rodaje?

G.C.M.: Primero los actores. Le dimos mucha importancia a su trabajo y ensayamos mucho con ellos. Cada vez que volvíamos a hacer una escena, era porque buscábamos obtener la emoción exacta.

M.I.: La segunda prioridad era integrar a los habitantes de la ciudad donde filmamos, la de Francs-Moisins, en Saint-Denis. Cogimos a más de 200 personas, incluidos unos 100 chicos. Durante el verano, la mayoría de esos muchachos no se va de vacaciones y no hace nada con su tiempo.
De los cinco personajes principales, tres proceden del barrio, al igual que
todos los extras.

G.C.M.: Fue gratificante para los niños haber sido elegidos, convertirse en actores con un sueldo. Les hicimos sentir que los necesitábamos. Se sentían importantes, respetados y querían hacerlo bien.

Es la primera vez que dirigís a chicos y ninguno de ellos es actor. ¿Cómo los preparasteis?

G.C.M.: Repitiendo todas las escenas durante 15 días en una clase. Teníamos curiosidad por ver cómo reaccionaban esos 25 alumnos, ninguno de los cuales sabe qué es el cine. Tenían que estar seguros, conocer su texto, y los extras tenían que estar en el papel de una clase que es una leonera. El grupo surgió durante los ensayos.

M.I.: Nos habíamos preguntado si los niños podrían repetir la misma escena 20 veces con cámaras dirigidas hacia ellos. Desde el primer día de filmación nos dijimos: «Ok, funciona».

G.C.M.: Sin embargo se hizo insoportable durante la ola de calor, con 45 grados dentro de las clases. Pero incluso cuando había que interpretar un día de otoño y les hacíamos llevar manga larga, nadie se quejaba de tener que repetir escenas.

¿Qué fue lo que más valorasteis de trabajar con ellos?

G.C.M.: La frescura de su interpretación. Es la magia de los muchachos. Son vivos, inteligentes, entienden rápidamente, se apropian del texto y llevan el papel a otros niveles. No quiero menospreciar el trabajo de los profesionales, pero a veces tenemos la sensación de que ciertos actores entienden lo que buscan y te lo dan. Los niños siguen siendo ellos mismos.

M.I.: No están formateados, leen la escena e intentan algo sin entrar en el cliché.

G.C.M.: También es gracias al trabajo de David Bertrand, el director de casting. David es la pieza central de la película, junto a Laure Gardette, nuestra montadora. Al igual que en Patients, encontramos la propensión a alternar humor y gravedad.

¿Qué inspira vuestras elecciones?

G.C.M.: Todo es una fuente de influencia. En Patients fue sobre todo la realidad de un lugar donde reina el humor a pesar de los dramas. Aquí ocurre lo mismo. Si hay un lugar donde, a pesar del contexto social, se hacen bromas, donde incluso los adultos se ríen de las tonterías de los muchachos, es instituto de los suburbios. En segundo plano también nos inspira la música, las series, el cine que nos gusta y el que no nos gusta, lo que observamos, lo que vivimos. Queremos encontrar esta energía en la película.

M.I.: El cine a veces está demasiado compartimentado. A menudo las películas son dramáticas o divertidas, mientras que en la vida puedes reír en un momento de drama. En la segunda parte de la película abordamos los problemas dramáticos, pero las escenas conservan su barniz compartimentado.

G.C.M.: Nos encantan los vaivenes emocionales. Una emoción resalta a la opuesta. Si te ríes en una escena y la siguiente emociona, estarás aún  más cautivado. Nos ocupamos de este equilibrio en el guion, durante el rodaje y durante el montaje.

La música juega un papel importante. ¿Qué le pedisteis a Angelo Foley, que compuso la banda sonora?

M.I.: La idea general, en cuanto a la película, era que el resultado no debía ser ni demasiado alegre ni abrumador.

G.C.M.: Angelo sabe cómo manejar este equilibrio como pocas personas. Nos propuso dos temas fuertes. En sus capas básicas, los sonidos son ásperos. Se siente una cierta gravedad. Pero con 2 o 3 notas, Angelo consigue iluminarlo.

M.I.: Por lo demás, todas las canciones que están en la película estaban en el guion. Escribimos mientras escuchamos música. En ciertas etapas, ya sabemos qué sonidos queremos colocar.

¿Qué preguntas queríais plantear sobre la educación en los suburbios problemáticos?

G.C.M.: ¿Por qué es tan difícil? ¿Por qué el sistema todavía falla con tanta frecuencia? No queríamos señalar a nadie: ni a los niños, ni al personal docente, ni a los padres. En cuanto al sistema, si no es ni mucho menos perfecto, no podemos obviarlo. Pero entonces, ¿de dónde viene el problema? El personaje de Messaoud adelanta el comienzo de una respuesta: «El contexto es más fuerte que nosotros».

M.I.: Una vez que se hace esta observación, hay que añadir a renglón seguido: «¿Ahora qué hacemos, nos damos por vencidos?».

¿En qué ha sido el instituto un período crucial para vosotros?

M.I.: Al igual que Yanis, iba para reírme con mis amigos. Aunque los profesores eran geniales, porque creían en mi potencial, me aburría. Continué mis estudios hasta la universidad, pero al final de la universidad supe que la escuela no estaba hecha para mí, y que la calle tampoco. Descubrí el cine gracias a mi padre que me mostró películas y puso en mis manos una cámara que había robado.

G.C.M.: Me reconozco en estos muchachos. Yo era un buen estudiante, pero con avisos de conducta. Por miedo a la reacción de mis padres, logré no cruzar los límites de la insolencia. Fue durante este período, entre los 11 y los 15 años, cuando practiqué varios deportes. Cuando acabé del instituto supe que quería ser jugador de baloncesto. Luego llegan los vericuetos de la vida.

¿Cómo recordaréis este rodaje?

G.C.M.: Como un gran verano en Francs-Moisins. Allí pasamos siete semanas ideales. Sin embargo, es un barrio conocido por ser difícil. El mes anterior al rodaje hubo un incendio provocado, el gimnasio había ardido.  Pero tuvimos un buen contacto con los vecinos. Entre tomas nos reíamos con los chicos. A veces no sentía que la diferencia de edad fuera tan grande. Mehdi y yo también somos niños grandes. En el último día de rodaje en una escena de exterior estaban presentes unos cien vecinos del barrio. Todos ellos aplaudieron a los actores. El ambiente del instituto y la comunión con los vecinos fueron elementos mágicos.

M.I.: Rodar en mi antiguo instituto y contar historias que sucedieron en la ciudad donde vivía fue emotivo. Pero, sobre todo, fue alentador ver a los vecinos felices de que estuviésemos hablando de sus vidas cotidianas y de las figuras del barrio que han desaparecido desde entonces: eso fue una motivación potente. Nos decíamos que teníamos que hacer una buena película. Desde entonces, nos hemos mantenido en contacto con los chicos.

G.C.M.: Mientras esperamos que se estrene la película, Liam –que interpreta a Yanis– me sigue en la gira de presentación. Para los demás, hemos encontrado talleres y pequeños trabajos en el teatro, y David Bertrand les propone castings.

M.I.: Si pudiéramos ayudar a desviar el camino de uno de ellos, sería realmente gratificante.

De todos los comentarios que la película podría provocar, ¿cuál os afectaría más?

G.C.M.: Depende de quién lo haga. Si viene de aquellos que conocen la atmósfera del instituto y del barrio, que digan: «Suena cierto». Nuestro objetivo era hacer una película que nos gustaría ver. Una película en la que ser ríe, en la que se sienten emociones, con actores que interpretan bien.

M.I.: Hemos desplegado toda nuestra energía para lograr este objetivo. Hoy en día el cine es caro. Si el espectador llega a pensar «los 10€ que me he gastado ha servido para algo, los muchachos han trabajado y no nos han tomado el pelo», sería magnífico.

Sobre el Autor

Alfi

Diseñador e ilustrador, amante del séptimo arte, devorador de Bandas sonoras y de videojuegos, y un fiel servidor al Orden Jedi.