Tras la buena acogida que tuvo en la Mostra de Venecia y después de haberse ganado a la crítica, llega este viernes a nuestras salas de cine la película “Un dios salvaje”, especialmente dirigida para los seguidores de Roman Polanski, un film lleno de acción dialéctica.
Dirigida por el gran Roman Polanski, director de una extensa filmografía entre la que destacan algunos de sus trabajos como “La semilla del diablo” (1986) o “El pianista” (2002), llega esta adaptación cinematográfica de la obra de teatro “Le dieu de Carnage”, cuya autora es la francesa Yasmina Reza; una obra que ya ha hecho acto de presencia en varios escenarios como los de Londres, París o Brodway, y que ha recibido varios premios Tony y Oliver.
La propia Yasmina Reza ha colaborado en la adaptación del film, mano a mano con Polanski, y juntos han firmado el guión elaborado por Saïd Ben Saïd y Oliver Berben.
El origen de “Un dios salvaje” se remonta al momento en que el propio cineasta polaco vio la obra de Reza y en ese momento creyó que podría convertirla en una inquietante película, donde se exponen temas y emociones dolorosamente universales. Esta es la explicación que da una de las actrices principales, Kate Winslet: «Es muy real. Por ejemplo, cuando estás en el patio del colegio de tus hijos hablando con otros padres, siempre se respira un aire de “tengo que ser amable contigo a pesar de que no te soporto”. Existe siempre un ambiente falsamente agradable en la forma de comunicarnos con otros padres, que forma parte de las reglas ya establecidas para proteger a nuestros hijos».
Una película llena de delirio, violencia verbal y crueldad intolerable, que transmite muchas de las mismas sensaciones claustrofobicas que se recogen en la mítica cinta de Mike Nichols, “¿Quién teme a Virginia Wolf?” (1966), donde Elizabeth Taylor y Richard Burton se herían mutuamente con sus palabras durante una noche en la que quedaban expuestas todas las razones por las que su matrimonio estaba en ruinas.
Con un escenario teatral y un diseño de producción que corre a cargo de Dean Tavoularis, el film busca maximizar el espacio de la casa con el fin de ubicar mejor los momentos dramáticos según el momento. Como dato curioso, el film traslada la acción de la localización original en París a Nueva York.
La cinta ha sido rodada en tiempo real, porque así lo quiso el propio Polanski, de este modo se ha conseguido respetar al máximo el compas dramático de la obra teatral, cuyo resultado queda reflejado en 79 minutos de largometraje, con un único decorado y sin interrupciones: «Es un reto hacer una película en tiempo real, sin una sola elipsis», es lo que afirma el director. «Con un guión tan rápido e ingenioso, el público de todo el mundo se identificará con estos personajes». Es por ello que se asemeja a otros intentos que indagaban en la misma rigidez espacio-temporal, y que ya se notaban en “La soga” de Alfred Hitchcock.
La película comienza con una violenta pelea que tiene ligar en un parque, en la que se ven envueltos dos niños de once años. Los padres de la “victima” deciden invitar a los padres del “matón” a casa para intentar solventar el problema de la mejor forma posible. Aunque al principio el dialogo entre las dos parejas marcha bien, con bromas y frases amables, al final el tono de la conversación va elevándose y da lugar a un enfrentamiento dialectico en toda regla, que consigue sacar lo peor de cada uno de ellos. Entre las cuatro paredes de la habitación se dan cita emociones como la crueldad, la furia y los perjuicios.
Dan vida a estos personajes basados en la obra de teatro de Reza, la actriz Kate Winslet, una inversora de bolsa, pero también otros actores como Jodie Foster (“La isla de Nim”) que encarna a una emprendedora activista, también Christoph Waltz (“Malditos bastardos”) que es el marido de la primera, y por ultimo John C. Reilly (“Cyrus”) que interpreta a un vendedor de artículos para el hogar con aspiraciones de elevar su posición social.
Todos tuvieron que preparar sus papeles de forma muy especial, enfocándose en el aspecto más teatral de la obra, que además acudieron a sesiones intensivas de ensayos dirigidas por el propio Polanski. «Siempre me ha gustado ensayar», explica Winslet, «es realmente un lujo tener esta oportunidad. Pero no creo que ninguno de nosotros habría pensado que Roman nos iba a hacer aprender el guión, de principio a fin, como una obra de teatro (…) Fue muy útil para nosotros y para Roman, ya que pudo estructurar muy bien la forma en la que iba a rodar. Los ensayos sirvieron igualmente como una experiencia de unión entre todos nosotros». Los actores también se implicaron a la hora de asentar el tono satírico, tal y como cuenta Foster: «Incluso si la comedia es descabellada tiene que tener una base real. Y aquí, la comedia se basa en la realidad y al ser una sátira llega hasta el punto de la exageración».