Playtesting
Muy buenas.
Hoy voy a hablaros del segundo episodio de la tercera temporada de Black Mirror. Con una duración de 57 minutos, es un episodio más acorde al estilo de esta serie. Escrito por el creador de la serie Charlie Brooker y dirigido por Dan Tratchenberg. Está protagonizada por Wyatt Russell y que cuenta con el retorno de Hannah John-Kamen, una veterana de la serie.
La sinopsis es la siguiente: Tras meses viajando por el mundo, Cooper (Russell) llega a Londres, su ultima parada antes de volver a su América natal. Antes de partir decide probar suerte en el amor y mediante una App de citas queda con Sonja (John-Kamen), una redactora para una revista de videojuegos. Satisfecho con su encuentro, decide volverse a casa y se encuentra con que su tarjeta se ha quedado sin fondos.
Al encontrarse en esta situación, decide pedir ayuda a Sonja, quien le acoge en su casa. Juntos, consideran maneras de solucionar el problema de fondos y Cooper le cuenta que, en circunstancias similares había acudido a una aplicación donde se publicaban ofertas de trabajo un tanto peculiares, pero muy bien pagadas. Decide decantarse, animado por Sonja, por el anuncio en que se solicitaban voluntarios para probar un nuevo videojuego desarrollado por una afamada compañía japonesa, famosa además de por la calidad de sus videojuegos, por el misterio que rodeaba a su creador.
Ya no os cuento más y os invito a verlo. A continuación voy a desgranar el episodio, recomiendo que si no lo habéis visto, no sigáis leyendo. Para aquellos que hayan tenido el placer, aquí es donde empieza la verdadera crítica.
AVISO: A continuación spoilers de Black Mirror
Quizás no será el mejor episodio de la temporada, pero sí uno que te dejará con la característica sensación que te invade tras ver Black Mirror: una tremenda paranoia y un sentimiento de preocupación y pesimismo máximo por la dominación que tiene la tecnología sobre los individuos de la sociedad.
En primer lugar he de decir que me ha encantado cómo han introducido la trama principal de este episodio. Sí, puede parecer una gran casualidad cómo Cooper llegó a encontrarse probando videojuegos, pero para nada me hubiera imaginado que los hechos que te presentan al principio pudieran concluir en el fatídico final.
Black Mirror se caracteriza por enfatizar o tratar mucho el sustrato humano de las historias. En este caso, está muy presente el episodio la relación de Cooper con su familia, en este caso su madre, desencadenante principal del destino de Cooper.
En este episodio no se tratan temas novedosos, aparece el miedo, sobre la que tantas y tantas veces se ha indagado y estudiado. Pero la novedad que ofrece Black Mirror es su visión desde el punto de vista tecnológico. Aquí, nuestro protagonista se enfrenta a sus miedos más profundos y personales debido a que un chip implantado en su cerebro se los reconoce.
En cuanto al plano tecnológico, la sensación que me suele dejar Black Mirror y con dejó este episodio fue de intranquilidad. La principal lección que saqué fue: «No dejes que te inyecten nada en el cerebro, ni por dinero». Bromas a parte, la excesiva confianza que tenemos en la tecnología y, lo más preocupante, en que las personas que desarrollan los productos con la misma son completamente capaces de controlarla es descabellada.
Como vemos, si bien la empresa desarrolladora de videojuegos no tenía la voluntad de causar ningún perjuicio en Cooper, lo tratan como un objeto más. Tanto el jefe como la empleada ni se inmutan al ver que el experimento sólo dura 3 segundos.
Quizá con esto se desmitifique la creencia de que a medida que avance la tecnología, los conocimientos de los que estén encargados de controlarla también avancen. Sin embargo, lo que te quiere dejar claro es que, cuanto mejor y más punteros sean los productos y las novedades, menor será nuestro control sobre los mismos. El perfecto ejemplo sería cuando vemos como el chip que se implanta a Cooper en su teléfono evoluciona y se «independiza» del control.
En fin, pese a que el final sea un poco como el de Los Serrano, es mejor y más trágico. Merece totalmente la pena invertir esta hora en Black Mirror, es un episodio que te deja totalmente paranoico y te hace reflexionar sobre quién realmente ostenta el control de la tecnología y que has introspección en tu persona. En definitiva, te da la oportunidad de que saques tus propias conclusiones y tomes cartas en el asunto.
Atentamente,
Carmen Peris