Este fin de semana llega a nuestras pantallas la gran sorpresa de la temporada, el estreno de “Chronicle”, un nuevo fenómeno cinematográfico obra del debutante Josh Trank, guionista y director de la serie “The kill point” (2007). Para su estreno en la gran pantalla ha formado equipo con Max Landis –hijo de John Landis- también creador de la idea de la cinta y que ha sido el guionista del proyecto. Con una sencilla premisa, que se ha revelado rompedora y que cuenta con pocos antecedentes en el género, nos llega esta historia de un grupo de adolescentes con superpoderes, a los que la nueva situación y la responsabilidad que ello conlleva les supera.
Los tres actores protagonistas son prácticamente anónimos para la mayor parte del público, salvo en el cado de Michael B. Jordan, que ha aparecido con mayor frecuencia en televisión, participando en la serie “The Wire” (2002-2008).
La clave del éxito de “Chronicle” no es otra que la historia de Andrew (Dane DeHaan), Matt (Alex Russell) y Steve (Michael B. Jordan), un grupo de adolescentes de Seattle que tienen una vida bastante normal, como todos los chicos de su edad. Pero esa tranquilidad desaparece cuando algo ajeno a su comprensión les ocurre, comienzan a adquirir poderes telequineticos. Al principio la novedad hacen que vean las cosas como un juego, pero poco a poco las habilidades van superando su capacidad de controlarlas, y eso generará consecuencias.
Una idea como esta implicaba un gran reto a nivel técnico y sabiendo que sería difícil trasladar su visión a la gran pantalla, Josh Trank firmó antes de comenzar la producción una “declaración del director”, en ella condensaba planes, los temas de fondo que se iban a tratar y la metodología a seguir. En mente solo estaba ajustarse lo máximo posible a un realismo al que había que integrar los efectos visuales: «Queremos que el público viva la experiencia de Andrew y no que se ponga a pensar en cómo están volando los chicos. El trabajo de efectos visuales tenía que desaparecer dentro de la historia, los personajes y las emociones», explicaba Trank.
Para conseguir crear efectos tan complicados como el vuelo de los tres jóvenes, se recurrió a Simon Hansen, quien ya había trabajado con Neill Blomkamp (“District 9”) y que se encargó de supervisar los efectos visuales, creando una plataforma circular perfecta para simular la escena del vuelo.
Pero fue la definitiva batalla que se libra en las calles de Seattle, la que más esfuerzo requirió, ya que en dicha escena hay cabida paras las acrobacias aéreas, coches que vuelan por los aires, incluso un autobús estrellado contra un edificio. Se empleó gas comprimido para lanzar los vehículos a una altura de hasta 10 metros, para que luego aterrizasen en el suelo completamente destrozados tras la implosión, para las que se recurrió a bombas hidráulicas de casi 10 toneladas de capacidad.
Semejante apoteosis final tenía que combinarse con una cámara que registrase el foco de acción pero sin dejar al margen el caos reinante. «La cámara tiene una libertad y una flexibilidad asombrosas, que reflejan la fortaleza y los poderes que nuestros protagonistas han ido desarrollando progresivamente a lo largo del filme», aclara el director de fotografía Matthew Jensen.