Entrevista a François Cluzet protagonista de Testigo de Thomas Kruithof

Testigo es el debut en el mundo del largometraje del director, Thomas Kruithof, esta cinta está relatada con inteligencia y con un juego de sombras y colores fríos, Testigo se mueve entre «La vida de los otros» y «La conversación» de Francis Ford Coppola. Recuperando así a la figura de un hombre solitario y corriente que se convierte en un testimonio imparcial y atrapado por una conspiración, sumando giros argumentales muy bien medidos en su desarrollo hasta converger en un impactante clímax.

El actor François Cluzet (París, 21 de septiembre de 1955), ha desarrollado su extensa carrera sobre los escenario como actor de teatro y de cine. Algunos lo recordaremos por su papel como minúsvalido en la película de 2011, Intocable. François empezó su carrera a los 17 años mientras se formaba en la Academia Cours Simon. Su carrera teatral empezó en 1976, bajo la dirección de Claude Chabrol, Bertrand Tavernier. En 1994 debutó en el cine con la película “Prêt-à-porter” bajo la dirección de Robert Altman. En el 2006 conquistó la fama como Dr. Alexandre Beck en la película “No se lo digas a nadie”. Este volvió a colaborar junto a Guillaume Canet en 2010 en la tercera película del director, Pequeñas mentiras sin importancia, en la cual interpreta un hotelero estresado.

¿Qué le empujó a rodar en Testigo?

La combinación de tres elementos: un guion muy conseguido, muy detallado, como una especie de aparición perfecta; la personalidad de Thomas Kruithof, una persona muy implicada en su proyecto, y por otro lado, como siempre ocurre, los compañeros: si nos dicen con quién vamos a trabajar y son personas que admiramos, ¡vamos de cabeza! Me gusta pasar de la comedia al drama, del drama a la comedia. Este personaje casi mudo, que encaja los golpes, me gustó mucho.

¿Cómo definiría usted al personaje de Testigo?

Está debilitado, casi destruido. Padece el síndrome del despido; desolado cuando pierde su trabajo. La sociedad lo ha arruinado, como a mucha gente: en una empresa, un superior malintencionado te destruye porque te exige un trabajo imposible de cumplir. Sin duda, él siempre ha sido débil, pero solo un grano de arena ha bastado para destruirlo. Es como un castillo de naipes… Después, acepta esta misteriosa oferta laboral, atractiva porque está bien remunerada y sobre todo porque lo más doloroso para él es la inactividad. No sabe dónde se ha metido, pero va a revelarse contra esa violencia, va a negarse a que lo instrumentalicen. Puesto que no puede contar con nadie, debe sacar de sí mismo una fuerza inesperada.

¿Cómo se preparó para el papel?

Tengo mi propio método. Leo el guion varias veces, aprendo los diálogos, y después, lo abandono todo. Mi cerebro ha preparado bien al instrumento que representa mi cuerpo. El cerebro dicta al instrumento y el instrumento se prepara para ello. No me gusta demasiado interpretar, sino sentir, vivir. Recelo del concepto de interpretación, que puede conducir a una mala actuación. En el último momento, en el rodaje, la cabeza deja de interpretar, es el cuerpo el que está listo. Me dejo llevar, escuchando a mis compañeros. De todas formas, hemos trabajado mucho. Hubo secuencias en los que el personaje estaba muy interiorizado, casi inhibido, y había que llenar esas zonas. Por suerte, Thomas Kruithof se mostró incansable con respecto al personaje. Incluso durante el rodaje, cuando había una pregunta, él tenía respuesta para todo: había pasado mucho tiempo puliendo el guion. Impresionante para una primera película. Por mi parte, yo pensé en el personaje de La paloma, la novela de Patrick Suskind: la historia de un tipo que trabaja como cajero en un banco, que lleva una vida totalmente ordenada. De pronto, una mañana, al salir de casa olvida cerrar la ventana. Cuando vuelve, hay una paloma en su habitación y esta va a hacer que se enfrente a su soledad. También hay una dimensión trágica en el personaje.

¿Resulta más difícil interpretar un personaje taciturno?

No, lo complicado en general es rechazar el control, dejarse llevar, no hacer nada más que vivir la situación. Al actor se le pide que tenga la convicción de que el personaje vive una situación; eso no es muy complicado. Los compañeros te dirigen, con mayor motivo cuando el personaje está totalmente manipulado. La mejor definición de actor es de Marivaux: aquel que simula. Así que, para mí, se trata de vivir. El intérprete aporta vida. Una vida más fisiológica que mental: no se trata de aportar un punto de vista. Es más simple que eso, hace falta que el corazón lata, que corra la sangre por las venas, que haya vida, eso es todo.

¿Cree que el personaje solo se revela con el contacto de los demás?

Durante las lecturas, me resultó interesante ver lo que hacía único a cada personaje y las relaciones que se establecían entre ellos. Mi personaje experimenta simpatía por el personaje que interpreta Simon Abkarian porque, por primera vez, alguien le trata como un colega. Se dice a sí mismo: «No estoy solo, estoy en confianza…». Le va a sorprender enormemente. Denis Podalydès tiene esta doble presencia, reconfortante a la par que inquietante. «Él es quien mueve las cuerdas, así que también puede salvarme.» El personaje interpretado por Sami Bouajila es más frío. ¿Por qué protege a este personaje femenino, interpretado por Alba Rohrwacher? Es una manera de demostrar que ya ha recuperado un poco de fuerza, y que aún tiene sentimientos. Ella parece un pajarito perdido, pero esconde algo fuerte, sin duda alguna. Su relación me pareció conmovedora, así como la negación de la historia de amor. Me gustan los papeles de víctimas que se rebelan, «niños» a los que se debe sacar de su refugio para que se descubran. Me gustan los personajes que saben escuchar, también bajo el yugo de los demás. Cuanto más avanza el peligro, más se encuentran en el suelo. Y se levantan con más fuerza de la que imaginábamos.

Sobre el Autor

Alfi

Diseñador e ilustrador, amante del séptimo arte, devorador de Bandas sonoras y de videojuegos, y un fiel servidor al Orden Jedi.