Notas de La Luz Entre los Océanos la adaptación de Derek Cianfrance con Fassbender y Vikander

La novela superventas que atrapó al público con su evocadora historia sobre el destino, el amor, los dilemas morales y los extremos a los que puede llegar una pareja con tal de ver cumplido su sueño más ansiado llega a la gran pantalla en un apasionante y fatídico romance clásico protagonizado por Michael Fassbender, Alicia Vikander y Rachel Weisz, adaptado y dirigido por Derek Cianfrance.

Tan cautivadora como desgarradora, la novela de M. L. Stedman La luz entre los océanos (editada en España por Salamandra) fue una sensación literaria desde su publicación en 2012. Ambientada en el extremo más alejado de Australia Occidental en los años que siguieron a la devastadora Gran Guerra, el libro atrajo a los lectores con una seductora historia clásica de amor y decisiones imposibles que plantea preguntas muy vigentes sobre el bien y el mal, los efectos de la guerra y la paz, las casualidades y los peligros de los prejuicios.

La película narra la historia de Tom Sherbourne, un veterano aquejado de neurosis de guerra que se dedica en cuerpo y alma a su nuevo trabajo como farero en la deshabitada isla de Janus Rock, rodeado solo por el vasto mar y buscando consuelo en la soledad. Aunque desea vivir solo, un buen día conoce por casualidad a Isabel Graysmark, una vivaz joven de Partageuse, al otro lado del puerto, que ha perdido a dos hermanos en la guerra.

Tom Sherbourne (Fassbender)

A pesar de los obstáculos, el amor florece en el más absoluto aislamiento, y Tom e Isabel pronto deciden casarse. Apasionados y deseosos de empezar una nueva vida juntos, intentan formar una familia, pero el destino se interpone en sus planes. Una noche, llega a la orilla un misterioso bote con un hombre muerto y un bebé, disparando una cadena de decisiones —algunas impetuosas, otras dolorosas— que se resuelven con unas consecuencias demoledoras.

Cianfrance percibió inmediatamente el potencial cinematográfico de la historia en la evocación del paisaje, las consecuencias de la guerra, el poder arrollador de la pasión y, sobre todo, la imperecedera tradición de romances en los que una pareja se ve empujada a atravesar las fronteras morales. Cianfrance adaptó el libro de Stedman fielmente, aunque con la visión que tiene un director para captar esos detalles que conducen las relaciones humanas tanto al éxtasis como a la catástrofe.

«La luz entre los océanos es una película sobre el amor, la verdad y los secretos que las personas guardan en sus relaciones, y sobre lo que ocurre cuando esos secretos salen a la luz —explica Cianfrance—. Es un drama moral, pero en esencia, es una historia de amor atemporal».

DreamWorks Pictures y Reliance Entertainment presentan, en asociación con Participant Media, La luz entre los océanos, protagonizada por Michael Fassbender (dos veces nominado al Oscar), Alicia Vikander (ganadora del Oscar en 2015), Rachel Weisz (ganadora de un Oscar y un Globo de Oro), Bryan Brown y Jack Thompson. La película ha sido adaptada al cine y dirigida por Derek Cianfrance partiendo de la novela homónima de M. L. Stedman y producida por David Heyman, candidato a un Oscar, y Jeffrey Clifford. Los productores ejecutivos son Tom Karnowski, Rosie Alison, Jeff Skoll y Jonathan King.

CONTAR SECRETOS CINEMATOGRÁFICAMENTE: LA ADAPTACIÓN

La novela australiana de M. L. Stedman La luz entre los océanos, publicada en España en julio de 2013 por Salamandra, cautivó inmediatamente al público y a la crítica. En Estados Unidos apareció en las listas de los libros más vendidos de The New York Times y USA Today, y fue el Mejor Libro del mes de agosto en Amazon. Se ha traducido a más de 35 idiomas.

La luz entre los océanos es la primera novela adaptada a la gran pantalla por el director Derek Cianfrance, siempre interesado en crear un cine íntimo y en indagar sobre temas como el amor, los legados familiares, la soledad y las decisiones —los mismos temas que hicieron que tantas personas se identificaran con la novela de Stedman—. En 2010, fue elogiado por el guión y la dirección de Blue Valentine, un retrato visualmente creativo de un matrimonio que se desmorona, y más tarde recibió el aplauso de la crítica por el guión y la dirección de Cruce de caminos, un drama criminal narrado con un lirismo que convierte un atraco a un banco en una intensa historia de amor entre un padre y un hijo.

«Hasta ahora, el trabajo de mi vida ha consistido en explorar las relaciones y las familias —explica—. Creo que mi misión como cineasta es explorar las relaciones más íntimas tanto hacia adentro como hacia afuera».

Vikander y Fassbender protagonizan La Luz entre los océanos

Con La luz entre los océanos, Cianfrance encontró la oportunidad de explorar esa dualidad de una manera completamente nueva. El atractivo del libro de Stedman se debe, en parte, a sus elementos de fábula: una huida a una isla apartada, un amor alejado de las restricciones de la sociedad, un bebé llorando a la deriva y una mujer cuyo marido y única hija han desaparecido sin dejar rastro. Pero lo que verdaderamente le atrajo fue la oportunidad de explorar cómo el amor más aislado e intenso debe encontrar la forma de soportar la dureza de la verdad y las consecuencias de las decisiones más difíciles de la vida.

No es casualidad que la historia se desarrolle en Janus Rock, un nombre intencionadamente elegido en honor a Jano, el dios romano de dos caras de los comienzos y los finales. Al igual que este, los personajes de Tom e Isabel se encuentran atrapados entre dos polos: entre el pasado, marcado por la destrucción de la guerra, y el futuro, que quieren imaginar juntos; entre encontrar la forma de ocultarse de la oscuridad del mundo y perseguir la titilante promesa de la luz; entre hacer lo que parece justo en un momento determinado y ver lo que de verdad es justo. La dificultad residía en condensar todo eso en una película que fuera un romance fascinante y, en última instancia, una rendición de cuentas.

Para Cianfrance, la mejor manera de abordar este reto era a través de las emociones que sintió leyendo la novela. «Quería ser muy fiel al libro —explica—. El mejor elogio que he recibido fue de la propia Stedman, que me confesó que tras ver la película se había pasado todo el día llorando… llorando porque se sentía comprendida. Me dijo: «¿No es ese el sentido de la vida, que como seres humanos que somos intentemos que los demás nos comprendan?»».

Al igual que otros millones de fans de todo el mundo, Cianfrance se quedó fascinado por el estilo de Stedman y por su habilidad para crear suspense y poesía a partes iguales partiendo de oscuros secretos y decisiones aciagas. Recuerda haber llorado sin pudor en el metro mientras leía el libro, a pesar de saberse observado. «Desde entonces, he visto a otras personas llorar leyendo esta novela en cafeterías, en parques y en el metro, y eso me confirma que se trata de una historia universal muy humana —afirma—. Creo que a la gente le atrae porque trata con mucha sinceridad el dolor por el amor y el dolor por el amor perdido, y porque representa de una forma muy hermosa los procesos de redención y de recuperación».

Cianfrance, que fue capaz de visualizar el desarrollo de la historia en la pantalla, decidió ir a por ella con un compromiso total. En ese momento, la novela había sido adquirida por DreamWorks y estaba en sus primeras fases de desarrollo de la mano del productor David Heyman (Animales fantásticos y dónde encontrarlos, Gravity, saga de Harry Potter), de Heyday Films. Heyman también se había enamorado de la novela, que le había descubierto la productora ejecutiva Rosie Alison (Testamento de juventud, El niño con el pijama de rayas).

«Me atraen mucho las historias en las que puedes ver todas las partes, y esta es una historia que muestra, de una manera sucinta, todas las partes —comenta Heyman—. No ves solo el punto de vista de Tom, Isabel y Hannah sobre lo que sucede, sino que cada personaje que aparece en la pantalla te aporta un nuevo matiz. En ese sentido, la narración nos conduce por un viaje personal y emocional sobre el que creo que los espectadores debatirán largo y tendido después de salir del cine».

Alison añade: «El libro ofrece una visión muy dura del amor, la pérdida y el autosacrificio. En cierto sentido es un thriller psicológico cuyo misterio consiste en dónde está el amor más fuerte».

Cianfrance contactó con Heyman dispuesto a luchar por el proyecto, explicándole que estaba destinado a hacer la película, y su entusiasmo resultó irresistible para el productor. Tras haber visto Blue Valentine y Cruce de caminos, Heyman ya sabía que la narrativa llena de matices de Cianfrance y su intenso estilo visual eran perfectos para reflejar la visceral sensibilidad del libro.

«En el trabajo de Derek no hay artificios —comenta Heyman—. Eso fue crucial en la adaptación, porque es una historia muy cargada de emoción. Tuvimos suerte de que Derek conectara con los personajes de un modo tan profundo. El espíritu del libro está plasmado en cada página del guión y se puede sentir en cada fotograma de la película».

Cianfrance escribió el guión sin indicaciones de Stedman, pero la autora estaba siempre presente en su cabeza. «Aunque no llegamos a hablar, yo tenía una relación muy profunda con ella en mi mente. Traté sus palabras como si fueran sagradas. Leí la novela tantas veces que llegué a memorizarla —explica—. Intenté mantenerme siempre fiel a los sentimientos que tuve al leerla por primera vez. Esa era mi guía».

En busca de respuestas

También se preocupó por mantener intacta la rigurosa ausencia de juicios de la novela hacia los complejos personajes. «Algo que me atrajo mucho fue el hecho de que en esta historia no hay—explica—. Eso no significa que todo el mundo tome las decisiones correctas, o que no hagan daño a los demás, pero en su corazón, en su mente y en su alma son buenas personas. Y, como director interesado en la humanidad, ha sido un gran privilegio intentar narrar una historia en la que los supuestos «villanos» podrían ser las personas a las que más amas».

Aunque Cianfrance tenía muy claro su deseo de respetar el material, también estaba decidido a encontrar esa misteriosa alquimia que permite a las obras literarias vivir y respirar en las salas de cine. De hecho, él mismo se enfrentó a elecciones difíciles durante la adaptación: decisiones sobre qué partes de la cuidadosamente estructurada de historia de Stedman condensar y qué otras traducir en algo más explícito desde el punto de vista visual, de modo que el espectador las percibiera como algo vivo.

«Creo que el mayor reto de cualquier adaptación está en lo quitas, en lo que tienes que dejar fuera —dice—. Es como la escultura; y cuando aceptas eso, puede ser como el viento que impulsa tus alas. Al final puedes ampliar los momentos y los temas que más te gustan y estirar los límites para encontrar aún más autenticidad. Entonces es cuando empieza a volverse algo verdaderamente vivo. Por supuesto, hay diferencias clave entre el cine y la literatura, y una de ellas es la forma en que el tiempo transcurre. Tiene que haber una forma diferente de abordar el ritmo, así como los secretos y las revelaciones».

Esto último interesaba especialmente al director, que siempre consideró que el tema central de la historia era la forma en que los secretos pueden tanto arruinar como unir a una pareja. «La forma en que el cine desvela los secretos también importante para conseguir que la adaptación funcionara —comenta Cianfrance—. Por ejemplo, en el libro, Tom e Isabel descubren la verdad sobre el bebé al mismo tiempo, pero en la película Tom se entera primero, y puedes ver y sentir cómo él carga solo con ese peso».

Hasta que no hubo terminado varios borradores del guión, Cianfrance no se reunió con Stedman por primera vez. «Estaba muy nervioso —recuerda—, porque la respeto mucho y esperaba sinceramente hacer honor a su obra. Comimos juntos, y me pareció uno de los seres humanos más encantadores, atentos y cariñosos que he conocido nunca. Es una persona muy reservada, pero me apoyó mucho durante el proceso de creación de la película. Yo era muy consciente de estar llevando su obra a un nuevo destino, y su confianza me ayudó a tener la seguridad que necesitaba para hacer la película».

Stedman está igualmente satisfecha con el resultado: «Tengo mucha suerte de que, gracias a Heyday Films y DreamWorks, este proyecto haya llegado a manos del maravilloso Derek Cianfrance. Ha sabido dar vida al libro con maestría y cariño y trasladarlo a nuevo medio, con un reparto, una fotografía y una música espectaculares. El resultado es una película exquisita, hermosa y emocionalmente auténtica que se mantiene fiel al espíritu de mi novela, pero que también encarna la profunda interpretación personal del director y de sus actores. Ha sido un gran privilegio verla cobrar vida».

Los productores estaban entusiasmados con la estructura del guión. «Sabíamos que estábamos ante algo especial —afirma el productor Jeffrey Clifford (Chloe, Up in the Air)—. El guión de Derek destilaba las emociones esenciales de la novela de una forma auténtica y natural, y reflejaba realmente la fuerza de los personajes».

El borrador de Cianfrance conmovió también al reparto. «El guión me hizo llorar, igual que el libro —confiesa Michael Fassbender, que encarna al atormentado Tom Sherbourne—. La historia de amor de Tom e Isabel está narrada de una manera magnífica. Cuando en la pantalla vemos algo con lo que nos identificamos como seres humanos, y yo creo que los espectadores podrán identificarse con Tom e Isabel, es cuando el cine adquiere toda su fuerza».

TOM SHERBOURNE: UN FARERO CON UN SECRETO

La luz entre los océanos empieza con la llegada a Australia Occidental de Tom Sherbourne, un veterano de guerra atormentado por sus experiencias en el frente occidental en una guerra atroz que acabó con la vida de 60.000 de sus paisanos. Buscando escapar de la espiral de duelo, culpa y trauma, encuentra la forma perfecta de mantenerse aislado y de sentirse útil al mismo tiempo trabajando como farero y manteniendo encendida la luz que separa los océanos Índico y Antártico. Pero, en lugar de acabar aislado como desea, Tom acaba abriéndose de una forma antes inimaginable al amor de una mujer que realmente quiere llegar hasta su corazón, con un amor que casi consigue liberarle.

Interpreta esta extraordinaria apertura de un hombre recto y solitario el dos veces candidato al Oscar Michael Fassbender, en su papel más íntimo y humano hasta la fecha. Aunque cautivó a los espectadores con sus papeles del adicto al sexo Brandon, en Shame, del mutante Magneto en la saga X-Men, del cruel propietario de esclavos Edwin Epps en 12 años de esclavitud y del ingenioso director de Apple en Steve Jobs, este papel es diferente a cualquier otro de los que el actor ha interpretado hasta la fecha.

Esa diferencia entusiasmó a Derek Cianfrance. Tal y como explica: «La presencia de Michael en la pantalla lleva años hipnotizándome y maravillándome. Siempre me llamó la atención lo inteligente que es, cómo funciona su mente frente a la pantalla, es impresionante. Pero con este personaje quería ver el corazón de Michael Fassbender, el corazón que acompaña a su físico y su inteligencia. Quería que sacara su alma y su vulnerabilidad frente a la cámara. Quería ver la lucha entre su corazón y su mente».

El director continúa diciendo: «Cuando conocí a Michael, le pregunté si alguna vez había estado enamorado, y cuando se rió y me dijo «sí» me sentí inmediatamente hermanado con él. En realidad, en aquel momento no teníamos a ningún otro actor. Creo que interpretar a Tom era su destino. Tom es como una olla de agua hirviendo con la tapa puesta. En apariencia, es una persona muy contenida, pero debajo hay una tormenta arreciando».

Y a Fassbender también le atrajo esa tormenta; le atrajo ese hombre que tenía una necesidad casi urgente de decencia tras la amoralidad de la guerra, y más aún tras enamorarse. «Al leer la novela y el guión, me impresionaron los principios de Tom, su lealtad y su fortaleza de carácter —explica Fassbender—. Es un hombre estoico y honrado, pero también un hombre que intenta curarse a sí mismo. Lleva muchas cicatrices mentales de la batalla, pero cuando conoce a Isabel, su frescura y su inocencia lo empujan a querer arriesgarse a abrir su corazón».

El recelo fundamental de Tom hacia la pasión se convirtió en el hilo principal de la urdimbre del personaje. «Está aturdido por lo que ha visto a los hombres hacerse unos a otros, y ya no está en paz con el ser humano —apunta Fassbender—. Por eso, trabajar en el faro es como un bálsamo para él. Pero cuando Isabel aparece en su vida, vive una especie de resurrección sensual y empieza a sentirse completo de nuevo».

Tom Sherbourne

A medida que la pasión más recóndita de Tom emerge en presencia de Isabel, él empieza a sentir que no puede imaginarse la isla sin ella, y cuando un bebé entra en sus vidas, aunque se siente claramente dividido entre su sentido del deber y la felicidad de su mujer, finalmente acaba cediendo en una elección que sacudirá muchas vidas. «El bote aparece en la playa en un momento muy especial en la relación de Tom e Isabel, y eso influye en las decisiones que toman —observa Fassbender—. También está el hecho de que los dos están muy solos en la isla. Son conscientes de que lo que al principio parecía un paraíso podría acabar convirtiéndose en una prisión».

La decisión de quedarse con el bebé y hacerlo pasar por suyo no augura nada bueno, pero Fassbender entiende la difícil decisión que toma Tom de seguir su corazón a pesar de las profundas dudas que embargan su mente. «Una de las cosas que tiene esta historia es que refleja la complejidad de la vida real —comenta el actor—. Estas cosas suceden en la vida real, donde tienes que plantearte decisiones para las que no hay una respuesta fácil o correcta. La historia no trata de juzgar lo que es bueno o malo, sino más bien sobre cómo lidiamos con los resultados de nuestras decisiones, y para mí eso es lo que nos define como seres humanos. En el caso de Tom, cuando se da cuenta de lo que han hecho realmente eso le atormenta, porque en el fondo, es un hombre que cree en el orden de las cosas; él cree en hacer lo correcto para los demás».

A medida que el bebé, al que llaman Lucy, crece, se convierte en una fuente infinita de afecto y felicidad para Tom, y eso lo atormenta aún más. «Tom es un hombre que lo sabe todo sobre las mareas, las estrellas, de dónde vienen los fósiles, y le encanta compartir todo eso con Lucy. Como pasa con la mayoría de los niños, la curiosidad, el entusiasmo y la alegría de Lucy le hacen sentir muy vivo —dice Fassbender—. Al mismo tiempo, educarla durante cuatro años con ese secreto enterrado va, día y noche, contra su forma natural de ser».

Esta división entre su amor de padre y su miedo por lo que ha hecho a los demás se hace visible en cada tendón del cuerpo de Fassbender. «Estoy muy orgulloso de su interpretación —dice Cianfrance—. Te enseña a Tom como un modelo de seguridad y aplomo, pero también como a un hombre muy asustado. Creo que Michael es uno de los pocos actores que podría transmitir ambas cosas simultáneamente… mantenerse firme en el caparazón externo y a la vez permitirte ver todo lo que se está agitando en su interior».

Fassbender cree que Cianfrance supo sacar mucho jugo a su interpretación por lo mucho que el director se implicó. «Derek es de esos directores que no dejan nada por explorar —comenta—. Y al mismo tiempo sabes que te va a apoyar, que confía en ti». Una de las cosas que más fascinaban al actor eran las largas tomas típicas de Cianfrance. «Como actor, hace falta mucha concentración para trabajar así, pero te das cuenta de que eso permite a Derek encontrar esos momentos en los que estás más alerta y más vivo».

Además del esfuerzo de tener que sacar las emociones más reprimidas de Tom, el papel también fue físicamente agotador para el actor, ya que Janus Rock está muy expuesta a los elementos y Tom era el único encargado de su mantenimiento. «No recuerdo ningún momento en mi vida de adulto en que me haya ido a dormir antes de la media noche —dice riendo—, pero durante el rodaje caía rendido a las nueve todas las noches».

A pesar de las consecuencias de las acciones de Tom, Fassbender cree que en Janus también experimenta algo que no tiene precio. «Aunque las cosas se le tuerzan, al menos ha conocido el amor, se ha implicado en algo, y probablemente haya vivido el equivalente a unas 10 vidas en esos cuatro años en Janus antes de que las cosas se pongan feas», resume.

ISABEL SHERBOURNE: UNA DECISIÓN DETERMINANTE

La hermosa, alegre y decidida Isabel (Graysmark) Sherbourne es a la vez un misterio seductor para Tom y la causa de su dicha después de guerra. También es la que impulsa la decisión que les llevará a ambos a tener que acabar rindiendo cuentas. Para interpretar a Isabel con todas sus complicadas facetas —su vivacidad, su lealtad a sus instintos y su temeridad— Derek Cianfrance sabía que necesitaba a una actriz capaz de sumergirse en las profundidades del personaje. Y la encontró en la oscarizada Alicia Vikander, una joven bailarina convertida en actriz aplaudida por dos de los papeles femeninos más fascinantes del año 2015: Ava, un androide con una inteligencia artificial superior (Ex Machina), y Gerda Wegener, una artista casada con una de las primeras personas en someterse a una operación de reconstrucción genital (La chica danesa).

«Isabel no tiene filtros; ella es lo que siente —dice Cianfrance—. No sabía a quién podría encontrar que pudiera ser tan vulnerable, tan abierta, tan voluble y tan valiente. Así que me puse a buscar y me entrevisté con muchas actrices fantásticas. Por aquel entonces no había oído hablar de Alicia, hasta que nuestra directora de casting me dijo que viera Un asunto real. Cuando al fin conocí a Alicia, enseguida supe que ella era Isabel. Leí algunas escenas con ella, algo que no suelo hacer, y me enamoré porque lo dio todo, con un abandono temerario. También sentí que ella y Michael encajarían a la perfección. Y no me equivocaba: se daban la réplica de una manera muy hermosa».

Al igual que a Michael Fassbender le pasó con Tom, Vikander también sintió una fuerte atracción por el personaje de Isabel. «Me impresionó cuánta vida aporta al arranque de la historia. Como Tom, ella también ha vivido un trauma y ha tenido una gran pérdida, al morir sus dos hermanos en la guerra —dice la actriz—. Y aun así, tiene una chispa encantadora y mucho fuego, y por eso Tom se rinde ante ella».

Para Vikander, la atracción de Isabel por Tom es en parte una búsqueda de libertad e identidad. «Creo que Isabel encuentra en Tom a un hombre que le permite ser quien realmente es. Siente que con él puede al fin relajarse y ser auténtica», explica.

Pero esa autenticidad está llena de contradicciones, algo que Vikander supo captar. «Veo a Isabel como una mujer muy fuerte, pero también ingenua y vulnerable. Es una persona que sigue sus impulsos, para bien o para mal —explica—. En la película tiene una trayectoria dura, pero siempre me atrajo su fuerza de voluntad y su fortaleza de espíritu».

En cuanto a la decisión de hacer pasar a la niña perdida por su propia hija, Vikander cree que Isabel decidió no sopesar el resultado más doloroso posible, y en lugar de eso dejarse llevar por sus acuciantes sentimientos de amor y su instinto maternal. «A veces, en la vida tomamos decisiones que posiblemente no sean las mejores —dice—. Pero toda historia tiene dos partes, y creo que la belleza de esta película está en que te enamoras de todos los personajes y entiendes por qué hacen lo que hacen. Yo comprendía por igual a Isabel, a Tom y a Hannah».

Florence Sherbourne (Alicia Vikander)

La pasión entre Vikander y Fassbender era fundamental, pero igual de importante era su relación con Florence Clery, la actriz que interpreta a la joven Lucy/Grace a los cuatro años, cuando su vida se vuelve del revés. «Florence es extraordinaria —dice Vikander—. Me costó trabajo estar a la altura de su increíble imaginación. Tiene una gran presencia natural. Realmente me enamoré de ella, y eso hizo que todo fuera aún más demoledor».

El enfoque de dirección de Cianfrance hizo que todas esas emociones se mantuvieran a flor de piel. «Derek es muy modesto y generoso, simplemente deja que los actores estén en la escena mientras la cámara graba, esperando a ver qué pasa. Tiene mucha inteligencia emocional —comenta Vikander—. Al mismo tiempo, está bien preparado: como ya está montando la película a la vez que la rueda, te va aportando diferentes ideas sobre cómo puede salir cada escena, y eso ayuda mucho».

Para la escena en que Isabel llega por primera vez a Janus Rock, Cianfrance quería una reacción completamente espontánea, así que llevó a Vikander al rodaje con los ojos totalmente vendados. «Me llevaron hasta un cobertizo sin ventanas, en la oscuridad, me pusieron la ropa y me hicieron quedarme allí sentada —explica ella—. Yo no vi a Derek, no vi a nadie. Luego llegó la ayudante de dirección y me dijo que iban a abrir la puerta y que yo tenía que andar hacia Derek y hacia el equipo y experimentar la isla por primera vez, y eso fue lo que hice».

Luego añade: «Abrí la puerta y corrí colina arriba como Isabel, y entonces sentí su entusiasmo de niña y su amor por la naturaleza. Luego seguí hasta el faro, y en ese momento salió el sol… Nunca había visto nada tan bonito en mi vida. Lo experimenté en la piel de Isabel, y eso es algo que se quedará conmigo siempre».

«Fue un momento de auténtica pureza —añade Cianfrance—. Fue algo que no podrías escribir, que no podíamos esperar… fue Alicia convirtiéndose en Isabel ante nuestros ojos, viendo aquel lugar por primera vez».

HANNAH ROENNFELDT: EN BUSCA DE UNA RESPUESTA

Cuando Tom e Isabel Sherbourne encuentran a un bebé flotando en un bote, asumen, porque así lo desean, que sus padres han desaparecido. Es más adelante cuando Tom descubre la existencia de la mujer que causará estragos en su conciencia durante los años venideros: Hannah Roennfeldt, una vecina de Partageuse que se aferra desesperadamente a la improbable esperanza de encontrar algún día a su marido y a su bebé, a los que perdió en el mar. Hannah, un personaje que pasa del desprecio y la pena al desaliento y finalmente a la reconciliación, es tan importante en el componente humano de la historia como lo son Tom e Isabel.

Así fue como Derek Cianfrance eligió a la oscarizada Rachel Weisz, conocida por aportar matices multicromáticos a una gran variedad de personajes en títulos como El jardinero fiel, The Lovely Bones, Un niño grande y más recientemente Langosta. El director llevaba años queriendo trabajar con Weisz, y Hannah parecía un papel que ella podía entender especialmente bien. «Rachel es madre, y creo que tienes que tener hijos para entender profundamente a Hannah —dice Cianfrance—. Con ella tuve una colaboración fabulosa, fue una de las experiencias más profundas y satisfactorias que he tenido en lo que respecta al nivel de confianza que alcanzamos el uno en el otro».

El director reconoce que Weisz tuvo que lograr un difícil equilibrio para hacer creíble el dolor de Hannah sin caer en el sentimentalismo, y pidió a la actriz que se reuniera con un asesor de duelos para que la ayudara a entender el proceso del luto cuando se desconoce el paradero de un ser querido. «Coincidió con la desaparición del avión de las líneas aéreas de Malasia, en el que no se encontraron restos del avión ni de los pasajeros, y tuvimos muchas conversaciones sobre lo duro que debía de ser para aquellas familias intentar mantener viva la esperanza cuando todo el mundo daba por hecho lo peor —explica Cianfrance—. Rachel y yo hablamos mucho sobre cómo los vecinos de Hannah consideran que su esperanza es enfermiza, pero eso es lo que la mantiene viva. Lo más asombroso de ella es que nunca pierde la fe… se mantiene firme en su posición de madre y esposa entregada, y vive mantenida por esa esperanza».

Weisz se sintió atraída por los personajes de la historia de Stedman porque cada uno de ellos tenía sus defectos, y porque le interesan especialmente los personajes que no son personas perfectas. También le impresionó la manera tan exacta en que el guión reflejaba las emociones catárticas de la novela. «Creo que es una de las adaptaciones más fieles con las que me he encontrado —confiesa la actriz—. Refleja perfectamente a la experiencia de leer el libro. Y al igual que este, te toca la fibra».

Hannah Roennfeldt (Rachel Weisz)

Aun así, sabía que el personaje la conduciría a algunos rincones turbulentos de la psique, donde los residuos de la pérdida, la traición y la necesidad de conocer la verdad a cualquier precio se combinan de formas impredecibles. «Hannah es un reto, porque tiene el corazón destrozado —explica—. No me puedo imaginar una pérdida mayor que perder a tu hija y a tu marido en el mar, sin poder tener siquiera un entierro para poder pasar página. Así que la veía como en un estado de limbo, esperando unas respuestas que seguramente creía que algún día aparecerían».

La historia de Hannah es también una historia de amor, una que empieza con su propio noviazgo rebelde con un inmigrante alemán, Frank Roennfeldt (Leon Ford), a quien su acaudalado padre le prohibió ver cuando la fobia hacia los alemanes, los enemigos de guerra, estaba en su apogeo. Pero ella se mantuvo al lado de Frank, y eso condujo al nacimiento de su amada hija Grace, y finalmente a la trágica noche en que Frank acabó naufragando con la niña. «Hay mucho amor en esta historia, entre padres e hijos, pero también entre maridos y mujeres», comenta Weisz.

Para Hannah, el ansiado descubrimiento del sorprendente destino de su hija es al mismo tiempo un momento de euforia y de alarma, al darse cuenta de que el vínculo entre ellas se ha roto. El amor de Hannah por su hija no ha cambiado, pero su hija la ve ahora como una extraña que le produce miedo. «Para ella es un shock brutal que su propia hija no la reconozca, y que no la considere su madre. Creo que eso despierta conceptos apasionantes sobre los orígenes y la crianza, y lo que significa ser padres», dice Weisz.

Al igual que Alicia Vikander, Weisz reconoce que la joven Florence Clery, que interpreta a Grace/Lucy, hizo que explorar los dilemas maternales de Hannah fuera una experiencia aún más intensa. «A Florence le encanta jugar e inventar cosas, y creo que podría ser una buena directora de cine —dice Weisz riendo—, porque se le da muy bien organizarlo todo en el plató».

Dada la conflictiva relación entre Hannah y Grace/Lucy, plagada de incomprensión y frustración, Weisz buscó su propia forma de trabajar con Florence. «Teníamos escenas bastante duras, y yo quería que se sintiera segura, explicarle las cosas —dice—. Tengo una hija de 9 años, así que sé cómo jugar con los niños para que las cosas no parezcan tan crudas, y eso fue muy, muy importante para nosotras».

Aunque las historias de Hannah e Isabel discurren por caminos diferentes, acaban colisionando en última instancia. Una de las escenas más intensas es la del primer encuentro cara a cara con Isabel después de que su hija aparezca. «Es un enfrentamiento entre dos madres entregadas —lo describe Weisz—, y hay mucha tensión».

En cuanto a quién tiene la razón, Weisz espera que el público debata sobre esta cuestión inconclusa. «Me gusta esta historia porque es casi bíblica en su forma de explorar la moralidad —comenta—. Creo que habrá personas que considerarán las acciones de un personaje completamente comprensibles y otras que pensarán que ese mismo personaje se equivoca. Y eso es muy interesante, porque creo que la moralidad entra en juego sobre todo cuando las cosas no son blancas o negras, cuando no hay respuestas fáciles. La mayor parte de la vida es una zona gris, y esta historia lleva humanidad y empatía a un grupo de personas atrapadas en esa zona gris».

Según la actriz, Cianfrance fue una guía constante a través de las zonas grises en las que las personas cometen errores por amor o deseo. «Derek sí que sabe dirigir —dice Weisz—. Se mete hasta el fondo y te hace sugerencias sobre cómo interpretar las escenas de muchas maneras diferentes, y eso me encantó. Nunca sabes qué toma será la elegida para la película, pero sabes que Derek siempre está buscando los momentos más auténticos. Te inspira para llegar al límite de tus capacidades, y puede que un poco más allá, mientras se muestra tremendamente amable y comprensivo».

LA ELECCIÓN DE LOS PAPELES SECUNDARIOS

En torno a Weisz, Fassbender, Vikander y su tenso triángulo hay un elenco de actores secundarios formado tanto por nuevas promesas como por veteranos de la pantalla. El aclamado actor australiano Jack Thompson, conocido por papeles en películas como El gran Gatsby, Consejo de guerra o Star Wars, episodio II. El ataque de los clones, interpreta a Ralph, el carismático lobo de mar que capitanea el Windward Spirit, el único medio de transporte de bienes y personas desde y hacia Janus Rock. «Ralph lleva el mar en la sangre —explica Thompson—. Creo que la belleza, la furia y las extraordinarias cualidades elementales del mar dotan a las personas que viven de él de una humildad esencial, y eso resume lo que es Ralph».

Cianfrance apostilla: «Jack es una de las fuerzas más vitales que he conocido. Cada vez que veo a Jack veo alegría, honor y verdad. Creo que nació para interpretar a Ralph».

Otro actor australiano muy querido, Bryan Brown, conocido por sus papeles en «El pájaro espino», Cocktail y Australia, entre otros muchos, interpreta a Septimus Potts, el influyente y adinerado padre de Hannah, un hombre que deja de apoyar económicamente a su hija cuando se casa con un alemán. «Para interpretar a Septimus necesitábamos a alguien con un peso y una dignidad reales, lejos del sentimentalismo —explica el productor David Heyman—. Queríamos a alguien con un carácter muy dominante, y eso Bryan lo tiene de sobra».

El pasado marcará el futuro de esta pareja

Cianfrance añade: «Septimus me parece un personaje muy interesante, porque su decisión de no aceptar al marido de su hija es un elemento determinante a lo largo de toda la película. Si hubiera abrazado a su hija y aceptado su decisión, todos esos acontecimientos no habrían ocurrido. Él es un catalizador en todo lo que ocurre, y, al final de la película, se convierte en una pieza esencial del proceso sanador».

Los humildes padres de Isabel, Violet y Bill Graysmark, están interpretados por los veteranos actores australianos Jane Menelaus (Quills, El ojo de la tempestad) y Garry McDonald (Moulin Rouge, No tengas miedo a la oscuridad). Florence Clery, una niña de 4 años de Chichester (Reino Unido), rebosante de vida y sin experiencia en el cine, fue elegida para el papel de Lucy/Grace.

Redondean el reparto Thomas Unger, en el papel del compañero de Ralph, Bluey Smart; Emily Barclay, en el de Gwen, la hermana de Hannah; y Caren Pistorius en el de Lucy Grace, de adulta, que quiere enfrentarse a los misterios de su pasado.

«La elección de los actores era crucial para esta película, sobre todo porque Derek hace que su relación con cada uno de ellos sea muy íntima —dice Heyman—. Él crea un entorno sagrado que permite a los actores probar cualquier cosa, no tener miedo a equivocarse, y eso es muy importante. Y hace unas tomas muy largas en las que los actores se embarcan en un viaje, y en las que más que interpretar se dedican a vivir el momento, y eso es algo digno de ver».

TRASLADAR EL EVOCADOR AMBIENTE DE LA NOVELA A LA PANTALLA

El motor de La luz entre los océanos son las apasionadas interpretaciones de sus actores, pero esas interpretaciones están cimentadas sobre la recreación verídica que hace la película de un lugar y una época evocadores. El director Derek Cianfrance quería sumergir a los espectadores en la atmósfera primigenia de Janus Rock, con su ruda belleza y su clima tempestuoso, así como en el ambiente pueblerino de algunas zonas de Australia Occidental, influidas entonces, tanto psicológica como socialmente, por la Primera Guerra Mundial.

Así pues, trabajó con un consumado equipo creativo que incluía al director de fotografía Adam Arkapaw, ganador de dos premios Emmy; a la diseñadora de producción Karen Murphy; a los montadores Ron Patane y Jim Helton, y a la diseñadora de vestuario Erin Benach. La banda sonora fue compuesta por el oscarizado Alexandre Desplat.

Cianfrance creó un vínculo muy estrecho con su equipo. «Una de las cosas que más me impresionaron fue la fe que Derek pone en las personas con las que trabaja —comenta el productor David Heyman—. Dirige y modela el trabajo, pero también está deseoso de escuchar y descubrir cosas».

La fotografía principal de La luz entre los océanos se realizó durante más de 45 días en el otoño de 2014, en localizaciones de las regiones de Marlborough y Otago, en Nueva Zelanda, y en la isla australiana de Tasmania.

Una de las primeras tareas del equipo consistía en encontrar el Janus Rock de la película, porque el faro es un personaje en sí y un elemento fundamental de la historia. Los faros han sido desde siempre un elemento básico en la mitología literaria, simbolizando al mismo tiempo un santuario, la solidez y la creencia de que la luz puede llegar incluso a la más densa oscuridad. El faro de Janus tiene una resonancia particular en la novela de M. L. Stedman, situado como está en la unión entre el océano Índico y el océano Antártico; dos mundos que se encuentran y se unen.

Vikander en una escena

Para encontrar un faro que reflejara el imaginario del libro, el director y los productores se embarcaron en una intensa búsqueda y visitaron a más de 300 faros por toda Australia y Nueva Zelanda. Dieron en la diana con el faro del cabo Campbell, situado en el estrecho de Cook, en el extremo noreste de la Isla Sur de Nueva Zelanda. El faro, que lleva guiando barcos a través de peligrosas aguas y vientos huracanados desde 1870, es una torre de 22 metros con una casita para el farero y un jardín perfectamente ubicados debajo del faro.

«Tras recorrer los dos países de cabo a rabo, encontramos el cabo Campbell —recuerda el director de localizaciones Jared Connon—. Cuando Derek entró en el faro y miró hacia el agua, y vio un arrecife de rocas que salían desde el cabo, supimos que habíamos encontrado Janus. Derek se quedó particularmente admirado por las vistas, pues parecía que efectivamente hubiera dos océanos encontrándose allí».

Cianfrance explica: «Janus es una isla de dualidad; de luz y oscuridad, de amor y odio, de verdad y mentiras. Es una isla en la que se suceden grandes placeres y grandes sufrimientos, la vida y la muerte. A mí siempre me pareció un lugar mítico, y me entusiasmó crear esa isla en la que no había estado nadie».

«El cabo Campbell me resultó inspirador, porque en él han vivido fareros durante muchos años, y tuve la sensación de que podía sentir sus fantasmas —continúa diciendo el director—. Durante uno de mis primeros paseos allí, me encontré con una antigua tumba que decía: “A nuestra amada hija, que se fue demasiado pronto, agosto-diciembre de 1896”, por lo que sabías que se trataba de un bebé. Entonces tuve una sobrecogedora consciencia de las vidas que allí se vivieron; de las alegrías y las penas, y de las vidas y las muertes. Por eso intentamos acceder a aquellos espíritus y convertirnos en parte de la memoria de aquel lugar».

Aunque el cabo Campbell es en realidad una península y no una isla, su ubicación geográfica lo hace parecer aislado del resto de la civilización. La única forma de acceder a él es a través de una carretera particular o de un largo sendero a pie, que sólo es visible con la marea baja. «Es distinta a cualquier otra localización en la que he rodado nunca —dice Connon, cuya vasta experiencia como director de localizaciones incluye las películas de El señor de los anillos y El Hobbit—. Está muy influida por los elementos. Estábamos muy condicionados por el clima, pero era un entorno espectacular».

Los fuertes vientos y las tormentas de truenos y relámpagos, frecuentes en aquella zona en primavera, causaron pequeños destrozos en el campamento base del equipo durante varias noches del rodaje, pero los equipos técnico y artístico no sufrieron ningún contratiempo. La dureza de los elementos, el aislamiento y la escasez de comodidades (incluida la cobertura de telefonía móvil) unieron aún más a sus miembros, que resurgieron con una gran sensación de triunfo y compañerismo que los sustentó durante todo el rodaje.

A Cianfrance le atraía especialmente la idea de que el pequeño equipo acampara a un tiro de piedra del lugar de rodaje, con las mismas condiciones ambientales cambiantes en las que vivían los personajes. Durante el rodaje, convivieron entre fuertes tormentas, vientos huracanados y pocos signos del mundo exterior, reproduciendo el estilo de vida de Tom e Isabel en todo lo posible.

«Como la historia trata en parte sobre el aislamiento, sentía que teníamos que estar aislados durante el rodaje de la película —explica el director—. Quería que estuviéramos todos en el mismo lugar, para que pudiéramos levantarnos y rodar el amanecer, grabar escenas en plena noche y formar parte del entorno real. Siempre intento crear experiencias para mis actores, de modo que sus interpretaciones puedan trascender el mero “actuar” para convertirse en “ser”».

Alicia Vikander estaba agradecida por la oportunidad de vivir en el lugar del rodaje, ya que le permitía meterse completamente en la piel de una persona que vivía en un entorno tan aislado y duro. «Derek creó un espacio maravilloso, auténtico, para que lo exploráramos, y creo que ese es el mayor regalo que he tenido nunca como actriz —comenta—. Vivir realmente entre el mar y las tormentas, con momentos tanto de miedo como de entusiasmo, fue extraordinario y bastante revelador sobre quién era Isabel».

Mientras que el accidentado horizonte y el cielo nublado eran fundamentales para dotar de textura los estados de ánimo que el director de fotografía Adam Arkapaw (Macbeth, Animal Kingdom) aporta a la cinta, la diseñadora de producción, Karen Murphy, trabajó concienzudamente para que los interiores de Janus resultaran igual de evocadores, con un toque de humanidad. «Me parecía que la casa del farero y los interiores del faro tenían que ser únicos y verse muy vividos —explica la artista, entre cuyos trabajos destacan películas como El gran Gatsby y Cometas en el cielo—. Por eso creamos un espacio en el que el armario de la cocina se pudiera abrir y se viera un plato, un tenedor o una patata. Era un hogar real».

Tras varias semanas de reclusión en el faro del cabo Campbell, el rodaje se trasladó a la encantadora ciudad de Dunedin, en la costa este de la Isla Sur de Nueva Zelanda, con una población de 125.000 habitantes. Fue allí donde Murphy y su equipo empezaron a crear la ciudad ficticia de Partageuse: el acceso a Janus Rock, las evocadoras tiendas y calles con carteles antiguos, y los coches de caballos y los automóviles de época. Allí se rodaron las escenas que se desarrollaban en el hogar de los Graysmark, la iglesia y la prisión, entre otros lugares.

También se rodó en el barrio de Port Chalmers, donde los edificios encajaban perfectamente con la estética de la librería McPhee, donde Hannah conoce a Frank, o la mercería en la que Isabel se encuentra finalmente cara a cara con Hannah y Lucy/Grace. La humilde casa de Hannah y Frank la encontraron en St. Bathans, una antigua mina de oro en el interior de Dunedin. Todo el trabajo del departamento artístico contrastaba radicalmente con el barco de crucero de 7 pisos y capacidad para 2.000 pasajeros que había fondeado a una manzana en la misma calle.

«La verdad está realmente en los detalles —dice Murphy—. Pasé mucho tiempo en las bibliotecas australianas buscando fotos de todo, desde mercerías hasta comisarías de policía».

Esa misma preocupación por la autenticidad impregna el trabajo de la diseñadora de vestuario Erin Benach (Drive, El inocente), a la que le encantó trabajar con las telas y los diseños artesanos de principios del siglo XX. «Era una época en la que no había producción en masa, por lo que todo tenía un trabajo muy fino y detallado —explica Benach—. Todo llevaba botones y corchetes, y bordados preciosos, y quería asegurarme de reflejar todos esos detalles por encima de todo».

A propósito del trabajo de Benach, Michael Fassbender dice: «El vestuario de la película fue el elemento final para convertirme verdaderamente en el personaje… la guinda del pastel. Tom es muy meticuloso con su ropa, porque viene del ejército. Su forma de vestir transmite la idea de alguien a quien aún le queda el residuo de la guerra».

Aunque la mayoría de las localizaciones del rodaje se encontraban en Nueva Zelanda, algunos exteriores necesarios para recrear la ciudad costera ficticia de Partageuse se encontraron en Stanley, una población de 460 habitantes, es un lugar turístico en la costa noroccidental de Tasmania con una calle principal de cierto aire vintage y con un puerto que era perfecto para la historia. «Stanley tiene una calle principal que es bastante tranquila y con poca actividad comercial —dice Murphy—. Es una localización de la que nos podíamos apoderar para sacarle todo su jugo, y está en una ubicación privilegiada entre las montañas, por lo que nos ofrecía un telón de fondo inigualable».

Cada aspecto necesario para crear tensión, emoción y atmósfera era vital para Cianfrance, igual que cuando se dirigía a la sala de montaje junto con Ron Patane y Jim Helton, con los que había trabajado previamente en Cruce de caminos y Blue Valentine y que colaboraron en la banda sonora con el compositor Alexandre Desplat (La chica danesa, El gran hotel Budapest).

«Lo que siempre nos impulsó fue la pasión de Derek por la historia de M. L. Stedman y su profunda comprensión y conexión con ella —concluye el productor Jeffrey Clifford—. Para Derek, esto no era solo un trabajo. Era algo que sentía que tenía que hacer, y estaba dispuesto a hacer sacrificios personales para conseguirlo».

En cuanto a lo que Cianfrance espera que el público extraiga de este viaje, lo resume así: «Espero que la gente salga del cine habiendo experimentado una innegable historia de amor, una fábula clásica en la que el amor y la verdad se enfrentan. Y espero que al salir de la sala sigan hablando sobre con qué personaje se identifican más y sobre quién tomó las decisiones correctas y por qué».

Sobre el Autor

Alfi

Diseñador e ilustrador, amante del séptimo arte, devorador de Bandas sonoras y de videojuegos, y un fiel servidor al Orden Jedi.