Manhattan sin salida (21 bridges) es un thriller policíaco que nos recuerda a otras cintas como 16 calles, Juego de ladrones o Tierra de policías (Cop Land), o básicamente cualquier otra en el que podamos ver un clásico policías contra ladrones a “grosso modo”. La cinta ha sido dirigida por Brian Kirk y ha sido escrita por Matthew Michael Carnahan y Adam Mervis.
Entrando en materia, durante el comienzo de Manhattan sin salida, la historia nos sitúa en medio de un funeral de un agente de la policía del NYPD, este cayó en acto de servicio enfrentándose a tres criminales, dos de ellos también cayeron con este.
Así pues la historia se centrará en ese momento en el hijo pequeño de este agente que crecerá y se convertirá en un reputado y entregado detective de policía del NYPD; André Davis, interpretado por Chadwick Boseman (Black Panther). Estos primeros cinco minutos de introducción en el mundo del protagonista oiremos un sermón del párroco apasionado, mientras vemos el dolor al que se enfrenta la familia del protagonista. El director Brian Kirk nos ofrecerá durante este momento una gran toma aérea de los alrededores de la iglesia, en el cual veremos a un gran número de agentes saludando perfectamente sincronizados al féretro del agente al salir de esta. Un momento sin duda muy duro y que ha sabido impregnar o destacar, demostrando mediante la acción la importancia de lo importante que es esto para la historia.
Después de la presentación entraremos en el primer acto de la película centrándonos en los “malos”, que están interpretados por Taylor Kitsch (que parece encontrarse muy cómodo con estos roles) y Stephan James, que preparan un golpe sencillo e irrumpen en un restaurante para robar 30 kilos de cocaína. Pero se encuentran algo más allí, más de 100 kilos, y en medio de todo esto a un grupo de policías que se cruzan en su camino, y lo que parecía que tenía que ser fácil termina en una masacre, y es cuando Davis, es enviado para detenerlos.
Presionado por el Capitán McKenna (J.K. Simmons), el capitán de los agentes muertos, que espera que Davis encuentre a los sospechosos, y para ello contará con la ayuda de una compañera asignada para el caso, la oficial de narcóticos, Frankie Burns (Sienna Miller). Viendo en ese instante como el paso del tiempo Davis se ha convertido en uno de los agentes más reflexivos y capacitados del cuerpo, y tendrá la idea de cerrar Manhattan (de ahí el título) e inundar la isla de policías.
Así que Manhattan sin salida empieza su primera media hora con buen pie, pero tal vez, la película podría pecar de que termina cayendo a mitad del segundo acto en clichés típicos del género y en algunos giros obvios de su trama. Ya que la mayor parte de la persecución de los malos tienen a la policía pisándoles los talones y eso roba cierta emoción a la persecución, privándonos de maniobras ingeniosas o persecuciones “in extremis”. Aun que podría ser generado a propósito por parte de sus realizadores.
Pero evitando destripes, seremos testigos en Manhattan sin salida una vez más el regreso del MacGuffin más utilizado en los últimos años, un USB repleto de secretos, y de lo importante que va a ser para los “buenos” como para los “malos”.
Algo realmente destacable y cabe señalar es el trío entre Chadwick Boseman, Taylor Kitsch y Stephen James con sus personajes marcados por sus respectivos pasados y con carácter.
Y si anteriormente destacaba lo débil que podría ser la trama de Manhattan sin salida, encontraremos una fortaleza en la construcción de su personaje, ya que la mayoría de los protagonistas tienen personalidades e historias de fondo realmente interesantes que se mantendrán involucradas con lo que están haciendo.
Boseman, quien también es coproductor de la película, se enfrenta así a un personaje interesante, y nos mostrará que además de ser un gran líder, es capaz durante la mayor parte de la cinta a correr de aquí para allá, disparar y perseguir a los “malos” mientras salta el capó de algún que otro coche, pero lo que importa es que su personaje también piensa y sabe cómo actuar en esos momentos de mayor tensión. El cual nos brindará con una convincente interpretación matizada, ya que mientras toma las decisiones veremos cómo su cabeza va encauzan a conseguir su principal objetivo; para a los malos.
También Taylor Kitsch y Stephan James forman una gran pareja y se enfrentan bien a sus respectivos problemas. Hay una dinámica de «id versus ego» entre los dos y, como resultado, es emocionante ver cómo responden individualmente a los hechos que les van ocurriendo en función de las decisiones que van tomando. Aunque a pesar de quedarte con las ganas de ver más de ellos, la historia simplemente no les dará la oportunidad.
Finalmente, Manhattan sin salida (21 Bridges) lejos de ser una mala película, ni mucho menos nos ofrece un interesante concepto central. Con un segundo y tercer acto que nos ofrecerán momentos más ingeniosos y con más ritmo que pretenderán igualarse con la primera parte, con un destacable duelo entre Boseman, Kitsch y James.