El próximo 15 de febrero de 2019 llegará a nuestros cine la película Cafarnaúm (Capharnaüm), dirigida y escrita por Nadine Labaki a partir de la historia de Labaki Jihad Hojeily.
Y después de alzarse en el Festival de Cannes con el Premio del Jurado, Sección oficial a concurso y obtener varias nominaciones como Mejor Película de habla no inglesa en los Globos de Oro, Critics Choice Awards, Asociación de Críticos de Chicago o a los British Independent Film Awards; como mejor película internacional.
Entrevista a Nadine Labaki
¿Por qué has querido que tu película se llamara Cafarnaúm?
El título se impuso sin darme cuenta. Cuando empecé a darle vueltas a esta película, mi marido Khaled me sugirió que escribiera en una pizarra colocada en medio de nuestra sala de estar todos los temas de los que quería hablar, todas las obsesiones que tenía en ese momento. Es lo que suelo hacer con las ideas que quiero desarrollar. Poco después, cuando volví a ver lo que había escrito en la pizarra le dije a Khaled: Lo cierto es que todos estos temas hacen un verdadero “capharnaüm» (palabra francesa que significa leonera, desorden, caos). Y eso es la película: (un) cafarnaúm.
¿Y cuáles fueron los primeros temas que escribiste en esa pizarra?
En mis películas siempre siento la necesidad de cuestionar el sistema preestablecido y sus contradicciones, incluso para imaginar sistemas alternativos.
En los inicios de Cafarnaúm, los temas eran: inmigrantes ilegales, niños maltratados, trabajadores inmigrantes, la absurda idea de las fronteras, el hecho de que necesitemos un trozo de papel para demostrar nuestra existencia, y que puede dejar de ser válido si es necesario, el miedo al otro, el poco interés que despierta la Convención sobre los Derechos del Niño…
Sin embargo, elegiste centrar la película en el tema de la infancia…
La idea de construir la película alrededor del tema de la infancia maltratada nació en paralelo a este brainstorming. Se produjo después de un hecho desgarrador que sucedió justo en el momento en que estaba trabajando en esas ideas. Volvía de una fiesta alrededor de la 1 de la mañana. Me detuve en un semáforo y vi por la ventana a un niño medio dormido en los brazos de su madre, que estaba sentado en el asfalto, mendigando. Lo que más me impactó fue ese niño de dos años no estaba llorando; estaba profundamente dormido. No me podía quitar de la cabeza la imagen de sus ojos cerrados; cuando llegué a casa quise hacer algo con esa imagen. Dibujé la cara de un niño gritándole a la cara de adultos como si quisiera culpándoles de haberlo traído a un mundo que le había privado de todos sus derechos. Así fue como empezó a desarrollarse la idea de Cafarnáum, con la infancia como punto de partida porque, obviamente, es la etapa que configura el resto de nuestras vidas.
Entonces, ¿cuál es el tema de tu película?
Cafarnaúm cuenta la historia de Zain, un chico de 12 años, que decide demandar a sus padres por haberlo traído al mundo cuando no pueden criarlo adecuadamente, ni tan siquiera darle amor. La batalla de este chico maltratado, cuyos padres no han cumplido con su obligación, representa el grito de todos aquellos que nuestro sistema deja de lado. Una acusación universal vista a través de unos ojos inocentes…
¿Qué «palanca para la acción» representa Cafarnaúm y tu cine en general?
En primer lugar, para mí el cine es un medio que sirve para poner en cuestión lo que me rodea, a mí misma, al sistema actual, ofreciendo mi punto de vista sobre el mundo en el que vivo.
A pesar de que en mis películas, Cafarnaúm en particular, describo una realidad inquietante y cruda, soy profundamente idealista en la medida en que creo en el poder del cine. Estoy convencida de que las películas pueden, a falta de cambiar las cosas, al menos ayudar a abrir un debate o para hacer que la gente piense.
En Cafarnaúm, en vez de lamentarme sobre el destino de este niño que vi en la calle y sentirme aún más impotente de lo que ya estoy, elegí usar mi profesión como arma, con la esperanza de causar un impacto en la vida del niño, aunque solo sea ayudando a las personas a tomar conciencia de la situación. El desencadenante fue mi necesidad de poner el foco en la cara oculta de Beirut (y de la mayoría de las grandes ciudades), infiltrarme en la vida cotidiana de aquellos para los que la miseria es como un destino del que no pueden escapar.
Todos los actores son personas cuyas vidas son muy similares a las de los personajes de la película. ¿Por qué tomaste esa decisión?
En efecto, la vida real de Zain es similar (en varios aspectos) a la de su personaje. Lo mismo vale para Rahil, una persona sin papeles. Para el personaje de la madre de Zain, me inspiré en una mujer que conocí que había tenido 16 hijos y que vivía en las mismas condiciones que en la película. Seis de sus hijos habían muerto; otros estaban en orfanatos porque no podía ocuparse de ellos.
En la realidad, la mujer que interpretó a Kawthar alimentaba a sus hijos con azúcar y cubitos de hielo. De hecho, el juez de la película es juez en la vida real, yo era la única «nota falsa”. Por eso quise que mi participación fuera mínima.
La palabra «interpretación» que se utiliza para actuar siempre ha sido un problema para mí, y sobre todo en el caso de Cafarnaúm, donde la sinceridad absoluta era la clave. Se lo debía a todos aquellos a los esta película sirve como pancarta de protesta para su causa. Era fundamental que los actores conocieran las condiciones que estábamos mostrando, para darles legitimidad cuando hablaban de su causa. De todos modos, creo que hubiera sido imposible que unos actores interpretaran a estas personas con un equipaje tan pesado, personas que viven en un infierno. De hecho, yo quería que mi película se meterse debajo de la piel de mis personajes en vez de hacer el proceso contrario. Realizar el casting en la calle fue una elección obvia y como por arte de magia, porque estoy convencida de que alguna fuerza protegió a nuestra película, todo encajó. Mientras escribía mis personajes, surgieron en las calles y la directora de casting los encontró. Me limité a pedirles que fueran ellos mismos porque su propia verdad era suficiente; yo estaba fascinada, casi enamorada de lo que son, de su forma de hablar, de reaccionar, de moverse. Estoy feliz porque por encima de todo la película les ofreció un lugar donde expresarse, un espacio en el que poder exponer su sufrimiento.
Más allá de la acusación de Zain, el motor de la historia relata el viaje iniciático de un niño sin papeles…
Zain no tiene documentos así que no existe en términos legales. Su caso es sintomático de un problema que se plantea a lo largo de toda la película: la legitimidad de un ser humano. A lo largo de mis investigaciones me encontré con muchos casos similares de niños nacidos indocumentados porque sus padres no podían permitirse registrar sus nacimientos, y como resultado eran invisibles a ojos de la ley y de la sociedad. Como son indocumentados, muchos acabando muriendo, a menudo por falta de cuidados, desnutrición o simplemente porque no tienen acceso a un tratamiento hospitalario. Mueren sin que nadie se dé cuenta ya que no existen. Todos dicen, y mi investigación está allí para demostrarlo, que no les gusta haber nacido.
El rodaje comenzó poco después de haber dado a luz a tu segunda hija…
Mi hija Mayroon tiene una edad muy parecida a la Yonas; me subió la leche al mismo tiempo que a la de Rahil en la película. Esta doble experiencia, vivida en el set y en mi vida privada, me obligó a hacer malabarismos entre ambas cosas, y marcó profundamente mi relación con la película y con esta aventura abrumadora. Aunque tenía que volver a casa para amamantar entre tomas, aunque apenas dormía, una fuerza inexplicable se apoderó de mí durante todo el rodaje… Fue increíble.
Rahil es etíope: ¿fue una elección deliberada?
Inconscientemente, quería que la protagonista de esta película fuera una mujer de color. En el Líbano, muchas niñas como Rahil dejan a sus familias, a sus propios hijos, para trabajar para otras familias donde se convierten en mujeres invisibles, obligadas a desprenderse de cualquier sentimiento, del derecho al amor. Suelen ser víctimas de racismo o de malos tratos por parte de empleadores que no las ven como a otros empleados, por la sencilla razón de que son mujeres de color. No se les permite amar o tener hijos… De hecho, la escena en la que el abogado (en la que Harout tiene que fingir que se separa de Rahil para favorecer a un empleado filipino que traerá más ‘prestigio’ a la familia) encarna la incongruencia de un sistema que no solo considera a estas mujeres como su propiedad, sino que también las estigmatiza. Así que mi intención era rendir homenaje a esas mujeres porque se lo merecen.
¿Cuáles fueron las similitudes entre la película y lo que ocurrió en la vida real?
Hubo numerosas situaciones reales que aportaron magia a esta aventura. En primer lugar, el día después de que rodáramos la escena en la que Rahil es arrestada en el cibercafé, lo cierto es que la arrestaron de verdad porque no tenía ninguna documentación. No nos lo podíamos creer. Cuando empieza a llorar cuando la encarcelan en la película, sus lágrimas son reales porque ella ya había vivido esa misma experiencia. Y ocurrió lo mismo con Yonas, cuyos verdaderos padres fueron arrestados durante el rodaje. La chica que la interpreta (su nombre es Treasure) tuvo que vivir con el director de casting durante tres semanas. Todos esos momentos en los que ficción y la realidad se fundieron, aportaron veracidad a la película.
La película también aborda la cuestión de los inmigrantes. ¿Era importante?
En la película, el tema se aborda a través del personaje de Mayssoun. Para mí era importante hablar sobre ese tema a través de los niños que fantasean sobre esos viajes de los que no saben nada; son niños que son arrojados brutalmente a la edad adulta, que llevan vidas tremendamente duras en contra de su voluntad.
¿En tu opinión, esta película es más un documental?
Cafarnaúm es una ficción, pero he vivido y he sido testigo de las mismas situaciones mientras investigaba para la película.
No es una fantasía ni fruto de la imaginación; al contrario, todo lo que se ve es resultado de mis visitas a zonas desfavorecidas, centros de detención y prisiones juveniles, que visité sola, escondida detrás de unas gafas de sol y una gorra. Esta película me llevó tres años de investigación, ya que necesitaba dominar el tema, verlo todo con mis propios ojos a falta de haberlo vivido. Durante ese proceso me di cuenta de que estaba abordando una causa compleja y delicada, que me impresionó aún más porque no la conocía. Me di cuenta de que necesitaba fundirme con la realidad de esos seres humanos, sumergirme en sus historias, su ira, su frustración, para reflejarlo mejor a través de la película. Tenía que creer en la historia antes de poder contarla. La sesión tuvo lugar en zonas desfavorecidas de la ciudad, entre paredes que han sido testigos de tragedias idénticas, con un mínimo de sets y actores a los que se les pidió que fueran ellos mismos.
Sus experiencias eran directas para que resultaran creíbles. Y por esa razón el rodaje duró seis meses y acabamos con más de 520 horas de rushes.
No obstante, la idea de que un niño demande a sus padres parece poco realista…
El hecho de que Zain demande a sus padres representa un gesto simbólico en nombre de todos los niños que, al no haber elegido nacer, deberían poder exigir a sus padres un mínimo de derechos, al menos el derecho a ser amados. Quería que el juicio resultara creíble, gracias a la presencia de cámaras de televisión y de diferentes medios que ayudan a Zain a ir a juicio.
Todos los personajes de la película se reúnen en la sala del tribunal donde se desarrolla el juicio.
La idea del juicio era necesaria para dar autenticidad a la defensa de toda una comunidad de personas. Esta audiencia permite que sus voces, oprimidas e ignoradas, sean por fin escuchadas. Para lograrlo, cuando la madre de Zain se defiende ante el juez, le pedí que hiciera lo que haría si tuviera que defender su propia causa en la vida real ante un abogado. Se expresó como Kawthar y pudo decir lo que le habían prohibido a lo largo de su vida. El tribunal también está allí para ponernos ante nuestro fracaso, nuestra incapacidad para actuar frente a la pobreza y la miseria que aprisiona al mundo.
¿No es una manera de obligarnos a juzgar?
Al contrario. El tribunal existe para obligarnos a ver y a escuchar diferentes puntos de vista, opiniones distintas. Echamos la culpa a los padres y después los perdonamos.
Eso proviene de mi propia experiencia. Cuando me enfrenté a madres que habían descuidado los derechos de sus hijos, me sorprendí juzgándolas. Pero cuanto más escuchaba sus historias, el infierno que vivieron, la torpeza y la ignorancia que a menudo las llevó a cometer grandes injusticias con la carne de su carne, fue como recibir una bofetada en la cara. La idea es que te digas a ti mismo, tal y como yo hice: “¿Cómo podría permitirme odiar o juzgar a esa gente de la que desconocía totalmente sus experiencias, su realidad cotidiana?”
¿Crees que Cafarnaúm es una película libanesa?
Desde luego. Es una película libanesa en lo que se refiere al rodaje y a la localización.
Pero la historia es la historia de todos aquellos que no tienen acceso a derechos elementales, a la educación, la salud y también al amor. Ese mundo oscuro en el que se mueven los personajes simboliza una era, y el destino de todas las grandes ciudades en el mundo.
Parece que esta película marca un cambio de rumbo en tu carrera. Te alejas de tu trabajo anterior, donde parecía prevalecer cierto optimismo…
Zain logra obtener sus documentos al final de la película, Rahil vuelve a ponerse en contacto con su hijo… En la vida real, hemos conseguido legalizar su situación en el Líbano. Por una vez no quería que el final feliz se limitara a la pantalla y espero que suceda en la vida real gracias al debate que pueda suscitar la película. Cafarnaúm ha proporcionado a los actores una salida, un espacio donde se les permite gritar su sufrimiento y ser escuchados. Eso ya es una victoria.
¿Qué ambiciones albergas para Cafarnaúm?
Me gustaría que forzara a los legisladores a dictar una ley que establecería la base de una verdadera estructura de protección para niños maltratados y abandonados. Para devolver a esos niños, que no son más que la voluntad de Dios o el fruto de un impulso sexual satisfecho, algún tipo de santidad.