Desde que la directora Kathryn Bigelow ganara el Oscar a Mejor Película y Mejor Director con En Tierra Hostil (The Hurt Locker) en 2008, Bigelow ha ido evolucionando en cada filme hasta llegar al día de hoy. Mientras que sus primeras cintas tocaban más temas de género como Los viajeros de la noche (Near Dark), Point Break o K-19: The Widowmaker, sus mayores logros han venido relacionados con temas más dramáticos y que relatan historias reales como Zero Dark Thirty en 2012 y ahora con su nueva película, Detroit. Con lo que si es cierto que el tono general del trabajo de Bigelow puede cambiar en cada cinta de atrás, pero lo que lo que ha permanecido intacto es su gran capacidad de cautivar y emocionar al público de forma tan intensa y pura como nos muestra nuevamente con Detroit, manteniéndose en lo más alto de su carrera.
Después del éxito de dos historias ambientadas en el Medio Oriente, Detroit reúne a Kathryn Bigelow con el guionista Mark Boal para un drama igualmente potente que los otros situados en Medio Oriente y nos transporta hasta los años 50 años, justamente en el verano de 1967 y los hechos ocurridos durante un incidente en el Motel de Argel durante los disturbios en la ciudad norteamericana de Detroit. Reuniendo para ello a un conjunto de actores jóvenes y fantásticos que nos deleitan cada uno con una interpretación desgarradora y natural, envolviéndonos en una experiencia cinematográfica impresionante, emocional y con una declaración clara de realizar así una cinta potente.
Y todo comienza después de una hermosa introducción animada que detalla la Gran Migración anterior a la Primera Guerra Mundial y la expansión suburbana posterior a la Segunda Guerra Mundial, Detroit comienza con una recreación del detonante de la gran revuelta cuando: la policía hace una incursión en un speakeasy (establecimiento que vendía de manera ilegal bebidas alcohólicas) en la que se encuentran hombres y mujeres negros celebrando el regreso de dos soldados de la Guerra de Vietnam. Todo va en aumento desde ese momento y vemos como el caos se va apoderando de la ciudad dos días después de los hechos ocurridos en el Motel de Argel. La cinta hábilmente va estableciendo lo que en última instancia serán figuras clave en la historia, la película inmediatamente te engancha desde su primer acto, y permite al público ver con toda profundidad las tensiones sociales vividas.
Sus personajes son introducidos como personas normales que sólo están tratando de vivir sus vidas pacíficamente en una ciudad en medio de esta crisis. Melvin Dismukes (John Boyega) es un hombre que trabaja como guardia de seguridad, y toma todas las precauciones posibles para mantenerse a salvo a sí mismo. Larry Reed (Algee Smith) es un cantante de Motown apasionado que hace todo lo posible para vivir sus sueños, y al comienzo de la historia sólo espera tener una divertida noche con su amigo, Fred (Jacob Latimore). Julie Ann (Hannah Murray) y Karen (Kaitlyn Dever) son dos jóvenes que acaban de llegar a la ciudad y que simplemente quieren disfrutar de su juventud. Son instantáneas rápidas, pero en el momento conectan con todos estos individuos como seres humanos, y esto hace que los sucesos ocurridos se vivan más intensamente.
Con la mayor parte del elenco principal reunido en el Motel de Argel, durante un estúpido acto de rebelión, un disparo fortuito a un grupo de soldados de la Guardia Nacional, que se encuentran en Detroit tratando de establecer la paz, es en ese momento en el que Detroit te clava en el asiento. Así pues entran en acción los agentes de policía Krauss (Will Poulter), Demens (Jack Raynor) y Flynn (Ben O’Toole) que lideran una incursión en el motel, y mientras buscan la pistola inexistente, este escenario se convertirá en una sala de castigo y tortura. Momento en el que los prejuicios, la ira y el miedo gobiernan esa atmósfera mientras los agentes ejecutan su «Juego de la Muerte».
Es imposible ver Detroit sin tener en cuenta el contexto social vivido actualmente, y sirve de manera inquietante para hacer que los hechos ocurridos se sientan más devastadores. Como una historia específica basada en la no ficción, la película de Kathryn Bigelow sirve para destacar un momento importante en la historia de Estados Unidos, pero tampoco lo hace tímidamente ya que en algunos momentos se muestra partes de una sociedad que parece no ha cambiado mucho en las últimas cinco décadas. Creando así una sensación extraña, ya que una vez sales de la sala de cine, hará que nos sintamos emocionalmente enfadados con el mundo, pero también puede servir como esperanza de que Detroit sirva para que muchos abran sus ojos ante este mundo dejando atrás ese miedo y odio.
Lo que faltará por descubrir y si esta película de Kathryn Bigelow podrá resistir el sprint hasta la temporada de premios ya que todavía quedan unos meses y habrán muchos títulos que llegarán después.